Viene un Sultán llamado Bin Mohamed Al Qasimi, Emir de Sharjah, a decir “la Mezquita de Córdoba debe de ser para los musulmanes porque es propiedad de ellos y los cristianos no la merecen”.
La verdad me sabe mal señalar a tan insigne personaje que la propiedad de la Mezquita Catedral de Córdoba no es de los musulmanes, al menos eso es lo que dicen parte de las fuerzas políticas de nuestra ciudad, unos dicen que es patrimonio de la humanidad (1984, es declarada por la Unesco); otros que debe ser para el “pueblo de Córdoba”; otros aseguramos que es una propiedad de la iglesia. Y ahora viene Al Qasimi a añadirse como un insigne aspirantes a esta larga lista.
Señalarle, con el debido respeto al Emir de Sharjah, que el mundo musulmán en la actualidad se mueve en sentido totalmente contrario a la interculturalidad del resto del mundo, lo que hace totalmente imposible su aspiración, le pregunto ¿nos dejará él construir una sencilla iglesia en cualquier apartado rincón de su lejano emirato de Sharjah?, ¿dejará que los fieles que lo deseen se acerquen sin ninguna presión y así demostrar que es posible la libertad de religión, libertad que sin duda alguna solo proviene del mismo Dios?.
Libertad que es necesaria para poderle dejar a tan insigne personaje la posibilidad de venir a nuestro estado “laico” a poder ejercer su derecho y libertad de religión, libertad que tenemos y ejercemos casi todos los días.
No creo que le sea de su agrado, por la señalada falta de libertad religiosa, el visitar una mezquita que es catedral de nuestra ciudad, llena de símbolos contrarios a su fe, y de otra religión, a no ser que hagamos una especie de escenarios con una serie de cortinas que tapen todo lo que no le sea de su agrado, tal y como se ha realizado en la basílica de Santa Sofía. A nosotros por el contrario no nos importa orar rodeados de todos sus símbolos, lo hemos hecho durante siglos, y créame no nos ha pasado nada, no han cambiado ni nuestras oraciones ni nuestra vida espiritual.
He sido un defensor durante décadas de la utilización de la Mezquita Catedral como centro de encuentro, como faro de libertad religiosa, defendiendo el uso de la oración en común para todas las religiones monoteístas del mundo, pero lo que no creo que tan destacado e insigne personaje, no vea con claridad que hay que respetar a ser humano, y dejarle a su libre albedrío la elección de la religión que desee poner en práctica, siendo solo responsable de su libertad, sin imponer a nadie religión o las costumbres derivadas de la misma.
La prueba de la libertad la tiene en los más de mil centros de oración árabes existentes en España, además de varios cientos de locales particulares.
Queda el Emir Bin Mohamed Al Qasimi invitado, venga a mi ciudad, donde será acogido con nuestra tradicional hospitalidad, y le dejamos su libertad de ejercer la religión que usted quiera, pero con el ruego de que respete nuestra libertad también.