Extracto del Pregón de la Semana Santa de Sevilla
Carlos Herrera Crusset. Año 2001
El Pregonero llega a la eclosión de sentimientos con su Virgen, la luz del Martes Santo, la Virgen de la Candelaria.
Narra la salida del palio, los rostros de entusiasmo al ver aparecer la figura entronizada de la Imagen, y todo lo que se desprende de ese instante.
Luz de San Nicolás
Una luz me sobreviene cada martes, cuando tú, Señora de San Nicolás, te conviertes en un velero de amor que navega sobre un mar de cabezas.
Cuando te asomas a encontrarte con esas hebras de sol de media tarde son muchos los corazones que te esperan y que parecen querer huir del pecho. Te esperan pupilas llenas de cal y un cielo de zafiro por el que revolotean bruscamente, como un tijeretazo sobre el agua, un puñado de aves de primavera.
Sales, Candelaria, con la luz y con la luz vuelves porque la luz eres tú. Voy a tu vera, Señora, como todos estos años. Estamos aquí todos aquellos que construimos altares distintos día a día y que nos prestamos al baile melancólico de tu ausencia.
Aquí estamos, Candelaria, peleando contra la insolencia del olvido y esperando tomar nota de las enseñanzas de tu hijo, aquél que llenó de Dios el pan. Hemos esperado un año entero, largo año como un bostezo de gato, para que el aire de tu ternura se meta por nuestras venas como un río silencioso e imparable.
Han sido, Madre, días de pétalos y úlceras, bien lo sabes. Pero un paréntesis parece abrirse cuando el último sol del Martes Santo y tú os encontráis a esa hora en la que se trazan luces largas sobre la alfombra de asfalto de tu barrio. Parece encapotarse de palios el cielo de primavera mientras que a la calle le brotan capirotes blancos de dos en dos entre arrullos de gorriones y carcajadas de palomas.
Una voz te lleva mecida y una cuadrilla de corazones palpita en tu madera. Vas derramando Gracia como quien siembra ese trigo que se peina con los vientos de poniente. De nuevo hemos vencido al tiempo.
De nuevo el nazareno, sorteando el pellizco de la soledad, cuenta los años que han pasado desde que alguien le puso sobre los hombros la dulce carga del amor. “Que aunque no quisiera verla, dejo que me lleve el viento, y el viento siempre me lleva a donde vive ella”.