La Semana Santa ha llegado a convertirse desde hace años en una especie de bucle del que no se salen en todo el año. La información se aglutina en la mayoría de las ocasiones en torno a las corporaciones penitenciales que, dicho sea de paso, es la que más demanda el público. Con la irrupción de las redes sociales se manifiesta mayormente con el número de likes o comentarios, pero también con la cantidad de veces que una noticia ha sido compartida. Y si se trata de información de impacto que acaba salpicando a las grandes devociones, pocas pueden hacerle sombra.
El universo de las glorias queda opacado, entre otras cuestiones porque no tiene el mismo tirón que el de las penitenciales. Hoy en día manda Internet y sus derivados. Y no hay más que ver los grandes portales cofradieros para darse cuenta de que las noticias relativas a las hermandades de gloria quedan relegadas a un segundo plano.
Pero no siempre fue así. Y la historia, como testigo del devenir de los siglos, acoge buena parte de ello. Como tampoco puede negarse el pasado glorioso que vivieron las hermandades sacramentales, cuyas collaciones se convertían en una auténtica fiesta durante días, que el tiempo se encargó de borrar.
Las corporaciones letíficas condensan durante sus actos buena parte de su pasado. Guardan auténticas obras de arte que puede verse desde las imágenes hasta los candelabros, desde los bordados hasta los faroles. Cuidan al mínimo su anual salida procesional. Y qué belleza los besamanos, con inusitado esplendor.
La semana pasada pudimos contemplar la salida procesional de la Virgen de la Alegría. Delicada talla que se paseó por la Sevilla de la judería, entre calles estrechas y un público escogido que la acompañó desde San Bartolomé. Exorno, andar, música. Una procesión que nos recuerda el mayo de nuestra infancia. No será un público numeroso, pero ni qué duda cabe de que guarda más respeto que el que nos encontramos en Semana Santa, donde tiene cabida cualquier espécimen. Aquí uno agradece la ausencia de bullas, los silencios, el poder acompañar a los sagrados titulares sin necesidad de asistir a encontronazos o faltas de respeto, que son otra de las tónicas de la Semana Santa. Asistamos a sus cultos, cuidemos del gran tesoro que son las glorias de Sevilla.