El otro día se enfadó conmigo un pequeño grupo de cofrades de un hermosísimo pueblo de Córdoba, con el presidente de su Agrupación de Cofradías a la cabeza, por no saber leer. Después de tanto navegar en el proceloso océano de la opinión cofrade, en el que casi nadie acepta la crítica, casi todos piensan que están en posesión de la única verdad verdadera y son muchos los que creen que decir lo que se piensa implica no respetar la opinión contraria, decidí hace muchos años que ya era muy mayor y estaba demasiado ocupado como para enseñar a leer a nadie o impartir clases particulares de lectura comprensiva.
Pese a todo, volveré a repetir, resumidamente, lo que dije el pasado domingo, a ver si a la segunda hay suerte y se me entiende. La Diputación de Córdoba ha convertido la Iglesia de la Merced en un circo, y no solo el pasado sábado sino de forma continuada. Un circo con animales, en la última ocasión un burro, y payasos, muchos payasos que viven del erario público. Que se sepa, corrijanme si me equivoco, ni la Agrupación de Cofradías de este entrañable pueblo ni sus hermandades reciben un sueldo público, por lo que resulta obvio que me refería a quienes, desde la propia Diputación, llevan años perpetrando ataques infames contra la Hermandad de la Quinta Angustia, en particular, y, por derivación, contra la Iglesia católica pese a que, curiosamente, algunos de estos payasos se autodenominen católicos, utilizando un templo consagrado para prostituirlo con toda suerte de espectáculos que bien podrían celebrarse en un enclave mejor.
Un uso del sustantivo payaso, dicho sea de paso, que no es más que un recurso lingüístico. Es evidente que los sujetos a los que me refiero no son payasos. Mi único pecado fue menospreciar a los payasos, a los de verdad, que ninguna culpa tienen de todo este asunto y que tuvieron que soportar que les comparase con auténticos impresentables. Más allá de esto, la única referencia que hice a quienes protagonizaron el espectáculo del pasado sábado fue la presencia del animal. Y ahí me ratifico: el burro sobra. Me la trae al pairo que algunos curas hayan autorizado semejante disparate. Como si lo autoriza el mismísimo Papa de Roma. Si están representando la Pasión de Jesucristo y, en concreto, la entrada en Jerusalén, monten al actor en el animal hasta la puerta del templo, que se baje y entre andando. Punto. Esa es mi opinión. Me parece perfecto que haya quienes crean que es lícito meter un burro, un caballo o un elefante dentro de una iglesia. A mí me parece mal. Y no tengo nada más que decir al respecto. Quien piense que con eso falto al respeto a los cofrades del pueblo en cuestión o a sus cofradías tiene un problema mucho más grave que mis opiniones.
Y respecto al otro asunto, me ratifico también. Hay personas que, por razones que se me escapan, llevan años intentando dañar a la Hermandad de la Quinta Angustia, a veces con discursos tan absurdos y ridículos como los perpetrados en los últimos días (madre mía si tuviéramos que revisar toda la nomenclatura vigente en nuestras cofradías… Las carcajadas podrían llegar hasta el infinito y más allá). Razones que se me escapan y que, francamente, me importan un bledo porque nada justifica, tal y como dije el pasado domingo, que entre cofrades nos apuñalemos por la espalda.
Una persecución que ha llegado a provocar el rechazo a su incorporación en la Agrupación de Cofradías, propiciando que desde Palacio se tomen cartas en el asunto para reconducir una situación infame y sin sentido. Nunca me han gustado las injerencias eclesiásticas en las cofradías, pero si los cofrades nos comportamos como niños dejándonos llevar por rabietas para vengarnos de quien nos ha quitado el juguete o se compra uno parecido al mío, bienvenida sea la tutela.
Una situación que se subsanará en la próxima Asamblea de Hermanos Mayores, ya se lo anticipó a todos, con la incorporación de la Quinta Angustia y la Hermandad de Los Dolores de Alcolea, sí o sí, al seno de la Agrupación de Cofradías. No cabe otra y el Obispado no va a permitir otra cosa. Quienes sigan elucubrando opciones alternativas, no se cansen. El final del cuento ya está escrito, afortunadamente. Y ni siquiera los tejemanejes de unos pocos, que deberían explicar en público los motivos de su frustración, podrán reproducir el patético y vergonzoso resultado de junio de 2022. Ni un millón de payasos, de equilibristas o de domadores de leones podrá evitar que se haga justicia con dos hermandades que merecen el respeto que algunos se han empeñado en negarles. He dicho.