Un compañero de trabajo ha logrado que su hijo haga este año la primera comunión. Y digo que lo ha logrado porque lo que ha tenido que pasar no deja de tener su miga. Les detallo a continuación.
De partida, desde que uno hizo su primera comunión la cosa ha pasado de un año de catequesis a dos. Hasta ahí, bien. Quiero decir que no lo veo mal, vaya. Supuestamente se trata de hacer entender a los niños en qué consiste el sacramento que van a recibir. Tampoco me parece nada mal que los progenitores de los niños -o, al menos, uno de ellos- asista también a charlas por parte del sacerdote que imparte a los niños las catequesis. Mi amigo se ha tenido que chupar dos años, dos, de charlas del catequista con carácter semanal… Ya de por sí la periodicidad de estas reuniones -en la práctica, catequesis para padres- no me parece muy normal, pero lo que me parece totalmente surrealista eran los horarios: comenzaban a las 21 horas y terminaban en torno a las 22.30 – 22.45… siempre un día entre semana. Parece ser que los horarios no eran esos inicialmente: el sacerdote propuso comenzar las catequesis para padres a las 19 horas, pero como varios padres del grupo trabajaban por las tardes (tenían esa mala costumbre para llegar a fin de mes), el señor propuso las 21 horas. ¡Toma ya horario para cerrar el día! Luego llega a casa, dúchate, prepara cena, prepara comida para el día siguiente… ¿Qué hacen los padres viudos o separados que tienen a sus hijos a su cargo? Tirar de familiares o de canguros. No queda otra, porque las catequesis de padres eran obligatorias…
A todo esto los padres llevaban tarea a casa. Semanalmente un pasaje de la Biblia y unas preguntas para la puesta en común de las charlas, cuya corrección pasaba a ser la primera parte de la reunión. Luego se celebraba una homilía y, para culminar, tocaba soportar unas breves reflexiones del sacerdote. Sumen adicionalmente aguantar el grupo de padres de los niños que hacían la primera comunión… por whatsapp: ¡que eso es mucho soportar! Siempre hay mucho padre aburrido incordiando… y el premio se lo lleva el que se autoproclama coordinador del grupo y “altavoz” del sacerdote catequista. ¡Señor que debe vivir aburridísimo en su puñetera casa, porque si no es muy difícil de explicar lo suyo!
Por último me van a permitir que les aporte un último detalle: el señor sacerdote no obligaba, pero “recomendaba” a los padres que la asistencia a la misa dominical se realizara en su parroquia… no vaya a ser, supongo, que en otra iglesia de la ciudad se dijera una misa diferente a la suya o la gente fuera capaz de identificar a sacerdotes más amenos que él… Lo cual doy fe que no es difícil.
Querido compañero de trabajo: ¡enhorabuena por haber sido capaz de superar estos dos años! ¡Ánimo con los dos que te quedan por delante de tu hija pequeña!