El viejo costal, Opinión

El viejo costal | Espíritu Santo…

Cuando pasen los cincuenta días del tiempo de Pascua, pasaremos a un nuevo tiempo litúrgico, Pentecostés, la tercera fiesta más importante de la iglesia católica, primero la Pascua, segundo la Navidad, y tercero Pentecostés. Durante el mismo celebramos la venida del Espíritu Santo.

Pentecostés | El Greco (entre 1596 y 1600)

Toda reunión de cofrades y cristianos que se precien, se ha de iniciar con las preces de rigor, invocando la presencia del Espíritu Santo, bueno todas no, a veces nos olvidamos de nuestras obligaciones, muchas veces, quizás demasiadas. La razón de invocar la presencia del Espíritu Santo la podemos encontrar en nuestro Catecismo, allí se señalaban que los siete dones del Espíritu Santo son: Sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, conocimiento, piedad y temor de Dios.

La sabiduría que se pide no es la que se obtiene estudiando infinidad de libros, ni resolviendo problemas intricados e infinitos; Es la sabiduría que tiene Dios, el hacedor del universo, al que nada le queda oculto, es la del infinito conocimiento, la que solo podemos obtener al encontrar de forma respetuosa a Dios, Dios revelado por el Espíritu Santo.

El entendimiento que nos define la R.A.E. como: “Potencia del alma, en virtud de la cual concibe las cosas, las compara, las juzga, e induce y deduce otras de las que ya conoce.” Y nuestro catecismo nos indica que las potencias del alma son tres, memoria, entendimiento y voluntad.

El consejo, ese buen compañero tantas veces olvidado, muchas veces despreciado y desoído, por tener nuestro corazón lleno de soberbia, cabezonería, o simplemente por desprecio de la persona que nos lo lanza. No queremos entender que un consejo es una opinión que nos orienta a una actuación de una determinada forma, no es una imposición ni un dictamen, sencillamente es un consejo, y otro don que nos entrega el Espíritu Santo.

La fortaleza, es la energía proveniente por instinto del Espíritu Santo, la que no da la capacidad de la confianza absoluta e invencible para la superación de las dificultades cotidianas, y de los peligros más severos que la vida nos pueda plantear.

El conocimiento, revelaciones que llegan incluso a presentarse en forma de visiones, hay innumerables ejemplos en las Sagradas Escrituras, o también se presenta como una revelación interior, o directamente como una nueva habilidad,  ¿Acaso en Pentecostés no adquirieron los discípulos la capacidad de hablar todas las lenguas? 

La Piedad, este quizás sea el don más olvidado de todos, o el más desconocido. También me atrevería a decir el menos conocido, muchos de nosotros creemos que “fingiendo” la alcanzamos, cuando el efecto es justo el contrario, fingiendo nos retiramos del Espíritu Santo. La Piedad une a través de la oración lo que dicen nuestros labios con nuestro corazón, incrementando nuestra devoción a las personas y a todas las cosas de Dios.

Y para finalizar, el temor de Dios, mantener siempre el respeto y la debida reverencia por Él, simplemente haciendo lo que requiere de nosotros para servirlo, independientemente de la opinión del resto de las personas, ya que muchas veces por ser aceptado en los grupos de ellas, nos dejamos influenciar y perdemos el temor de Dios.

Es poco lo que se entrega y mucho lo que se recibe. Es mucha la necesidad que los hombres tenemos de estos preciados dones, y es por esto, que los cristianos cofrades necesitamos tanto del tiempo de Pentecostés y de la venida del Espíritu Santo.

Vamos a estar interesados en obtener estos dones, vamos a iniciar todos nuestros actos con unas preces, invocando la presencia del Espíritu Santo, vamos a recibir sus dones inmerecidos para nosotros, con humildad, siempre a mayor gloria de Dios.

Por cierto, buen Camino a los Hermanos Rocieros.