El viejo costal, Opinión

El viejo costal | Plantón…

Desde la más distante edad media, en cada uno de los monasterios y conventos de toda nuestra nación, se tenía por actividad litúrgica, además de la Santa Misa, la del Oficio Divino, también conocida como Liturgia de las Horas. En cada uno de ellos era imprescindible en esa época, acompañar los mismos con cantos gregorianos entonados desde los coros.

Para ello usaban unos pesadísimos cantorales, libros de tamaño descomunales, que se apoyaban en un atril de cuatro caras y que permitía el giro de sus cuatro libros, que gracias a su tamaño eran suficientemente vistos por los frailes que podían entonar desde los asientos del coro las distintas partituras, de cada una de las voces, manuscritas en pergaminos realizados con pieles de terneros.

Si deseas ver las dos mejores colecciones españolas de cantorales hay que acercarse en San Millán de la Cogolla al monasterio de Yuso, agustinos recoletos. O en Guadalupe, a su monasterio franciscano de Santa María de Guadalupe.

Estos cantorales llegaban a pesar en muchas ocasiones más de cincuenta kilos, a veces sesenta, por el tamaño de sus páginas y lo grueso de sus volúmenes, hay que añadir el peso de las portadas realizadas en madera forrada de cuero, que se protegían del desgaste usando herrajes y apliques de bronce o cobre y cantoneras en sus esquinas, las costuras del canto con gruesas cuerdas, además de hacerlos casi eternos, aumentaban considerablemente la dificultad de sus transporte, lo que obligaba en muchas ocasiones a situar el “refugio”, que así se llama donde se almacenan, muy cercano a los coros de los templos.

Para que los participantes alternasen sus voces, los cantorales se apoyaban en el centro del coro, sobre un elevado atril con tres o cuatro caras, adaptado al tamaño de estos libros, llamado facistol,  y que permitía girar los mismos y mostrar las pagina del volumen conveniente a cada una de las voces necesarias para la correcta ejecución de la obra gregoriana usada para su Oficio Divino o Santa Misa.

El responsable de realizar el giro de facistol, está claro quién era, evidentemente era el fraile que disponía de la peor voz, y para evitar el desafinado aportado por este hermano, le dejaban la responsabilidad de mostrar las partituras a los que disponían del don de la voz, voz más afinada que la suya, pues bien, estamos llegando donde yo quería llegar, a este fraile se le denominaba “plantón”, de ahí quizás provenga el término “estar de plantón”.

Pero estando de plantón, puedo asegurar, que este hermano de plantón sería el que mejor podía oír y disfrutar en primera persona de la belleza de los cantos elevados a Dios.

Yo he estado muchas veces fijo en un lugar, obligado, sin moverme, durante mucho tiempo, de plantón  sin participar, por mi falta de cualidades, y he podido disfrutar a la perfección de la obra realizada por mis hermanos, de su afinación, de sus desentonadas voces, cantar no canto, pero observar desde muy cerca, si, es la fortuna de estar de plantón.