La ciudad que no valoraba lo propio

Cádiz, la Tacita de Plata, siempre se ha caracterizado, en lo que a Cofradías se refiere, por su férrea defensa de la tradición del cargador y la horquilla, aborreciendo cualquier otro estilo de carga, y todo lo que huela a costal. Tanto así, que incluso surgió un curioso movimiento autodenominado «talibanes de la horquilla». En los últimos años no han sido aislados los casos de público que se dirige de forma despectiva y amenazante a las cuadrillas que no cargan como estos gaditanos gustarían. Quizá el más horrendo exponente de ello sea cuando incluso se llegó a escupir e insultar desde un balcón al Despojado el Domingo de Ramos de 2014. Cada uno es libre de defender lo que considere oportuno, pero dentro de los límites que marcan la razón, la lógica y la Constitución, dicho sea de paso.

Sin embargo, parece que Cádiz no siempre defiende con la misma tenacidad todas sus tradiciones. Y es que resulta poderosamente curioso que las dos bandas más representativas de la capital gaditana, que en mi opinión son Rosario de Cádiz y Polillas, sólo tocan una vez en la ciudad en Semana Santa. En el caso de la Agrupación Musical de los Polillas, una de la más históricas a nivel andaluz en las últimas décadas, se da la curiosa circunstancia de que dos Cofradías gaditanas, la del Nazareno del Amor y la de las Aguas, han optado por prescindir de sus servicios en los últimos días para pasarse a cornetas y tambores, contratando a dos bandas foráneas. Por lo tanto, Martes y Miércoles Santo quedan huérfanos de Polillas. Además, ya el pasado año la Hermandad de la Expiración también cambiaba de formación musical de cara a su estación de penitencia del Viernes Santo. En definitiva, a día de hoy parece que Polillas solamente pondrá su brillante música en su ciudad el Domingo de Ramos, acompañando a la Borriquita.

Puede estar uno tentado a pensar que esta pérdida de confianza de las corporaciones gaditanas se debe a un bajón musical de Polillas, pero nada más lejos de la realidad. No lo digo yo -que también-, sino hechos como que Cofradías de todos los rincones de Andalucía se interesan en los servicios de la maravillosa formación gaditana, habiendo llegado a tocar en Sevilla hace unos meses acompañando a San Juan Bosco del barrio de Triana, donde dejaron gran sabor de boca entre la fiera crítica sevillana. Polillas cuenta en la actualidad con un repertorio riquísimo, con gran número de buenas composiciones propias y otras tanto modernas como clásicas, y un número de componentes que ronda el centenar. En lo que respecta a la calidad interpretativa, solo hay que detenerse a escucharles para comprobar el gran nivel musical que demuestran actuación tras actuación. Además, van dejando muy buen sabor de boca allá donde plantan su blanco banderín para acompañar a cualquier Hermandad.

No entro a juzgar la decisión de las Cofradías mencionadas en particular, ya que, como no podía ser de otra manera las Juntas de Gobierno son soberanas de tomar las decisiones que consideren oportunas. Pero sí creo que hay que dejar claro que no es de recibo que los gaditanos solamente puedan disfrutar de la música de Polillas un día en la Semana Santa. La agrupación musical tiene empaque, calidad y personalidad de banda de primer nivel, por lo que no se entiende que, de todas las Cofradías que procesionan en la Semana Santa de Cádiz, sólo una confíe en sus servicios. A pesar de que siempre he defendido que el intercambio que se produce cuando una banda foránea pisa la Semana Santa de una ciudad distinta a la suya es muy positivo, no deja de ser menos cierto que la calidad y la entrega -si existen- hay que valorarlas, más aún cuando proceden de tu propia ciudad. Esta histórica banda es claro exponente de aquel refrán que dice que nadie es profeta en su tierra… Brillan fuera mientras apagan su luz en Cádiz capital. Polillas también es una de las tradiciones más reconocibles de Cádiz, que ha llevado a gala el buen nombre de la Tacita de Plata -tan maltrecho en tantas ocasiones- allá por donde ha pisado, y merece el respaldo que, a día de hoy, parece haber perdido en su propia tierra.