El retorno de las cofradías ha sido acogido de forma más que cálida por el público, que ha abarrotado nuestras calles en la vuelta de los pasos a las mismas. El Domingo de Ramos, especialmente, fue un día de grandes aglomeraciones, por parte de un gentío ávido de hermandades en la calle. En La Línea de la Concepción, cuya Semana Santa es una de las grandes joyas tan desconocidas como maravillosas de Andalucía, sucedió exactamente eso, con dos cofradías en la calle que la gente recibió con los brazos abiertos, y a la que acompañó en gran parte de su recorrido. Sin embargo, la tendencia a partir de ese día en el municipio gaditano ha ido haciéndose irregular, por no decir que ha ido decreciendo.
Y, obviamente, no es porque a la gente deje de gustarle las cofradías de un día a otro. Es que, como ya dije en un artículo escrito en febrero de 2019, que sigo sosteniendo punto por punto, hay aspectos de la Semana Santa linense que son susceptibles de mejora, y no pasa nada por decirlo. Hablo, por encima de todas las cosas, de los itinerarios, horarios y la sucesión de hermandades por la carrera oficial, además de otros aspectos que también se comentarán a modo de apunte final. Por cierto, aviso de antemano a navegantes: quien tenga la osadía e ignorancia de decir que este artículo tiene como objetivo tirar por tierra mi Semana Santa, la que he mamado y la que no cambio por ninguna otra, es que tiene una comprensión lectora deficiente y, por encima de todas las cosas, no me conoce ni lo más mínimo. Díganle eso, por ejemplo, a los cofrades e incluso miembros de junta que abandonan su propia Semana Santa por irse, por norma general, a la de Sevilla o cualquier otro lugar, no a mi. Esos sí que la tiran por tierra.
Lo triste es que en este asunto no solo es que no se hayan tomado medidas para solucionar el tema horario, sino que las pequeñas modificaciones realizadas vienen a incidir aún más negativamente en este sentido, pese a haber tenido tiempo de sobra durante el parón obligado de estos dos años para estudiarlo. A excepción de alguna hermandad como la propia Flagelación, que hizo el intento de solucionar y dignificar los horarios de su día, lográndolo en gran medida pese a encontrarse con un muro de hormigón que impidió que la corporación saliera a una hora que le permitiera ir inmediatamente detrás de la Borriquita en carrera oficial. No hace falta decir lo habitual que es en muchas ciudades que otras cofradías salgan antes que la Entrada Triunfal de turno, si las necesidades así lo exigen. Y no pasa nada, mientras la primera en entrar en carrera oficial sea ésta. Fuera de toda duda está el hecho de que el orden de entrada de las cofradías de cualquier lugar no está en orden cronológico según la Pasión de Cristo, tampoco en La Línea. Aún así, con diferencia, el mejor día fue sin duda el Domingo de Ramos, como apuntaba anteriormente. Las causas, a mi juicio, principalmente dos: las tempranas salidas de ambas 17:00h -Entrada Triunfal- y 17:15h -Flagelación- y la escasa distancia, aunque aún mejorable, entre una y otra en carrera oficial, unos treinta minutos aproximadamente entre el palio de la primera cofradía y la cruz de guía de la segunda. Ya se mejoró, afortunadamente, con respecto a 2019, año en el que entre una hermandad y otra había una hora y cuarenta y cinco minutos de distancia de cruz de guía a cruz de guía, gracias al adelanto de horarios de la corporación de Santiago.
Por circunstancias que no vienen al caso, me tomé la molestia de realizar un informe estadístico que puedes consultar aquí, y que hago público por si sirviera de utilidad para crear una conciencia común sobre la situación, comparando algunos días de la Semana Santa de Jerez de la Frontera con otros de la de La Línea en términos de hermandades, nazarenos, pasos y horarios. Por dos razones. En primer lugar porque, pese a que las cofradías jerezanas gozan de gran foco mediático, en términos de nazarenos implican unas cantidades no demasiado superiores a las linenses. Por otra parte, porque considero que el caso de las hermandades jerezanas bien podría ser un buen modelo a seguir, amén del sucesivo orden de entrada en carrera oficial, y con buenas horas tanto de salida como de comienzo del itinerario oficial. El documento está basado en el recuento de nazarenos de la Semana Santa de Jerez de 2022 realizado por Daniel Carretero para su web Ser Cofrade, con una estimación propia, que no debe alejarse mucho de las cifras exactas de los nazarenos de la Semana Santa linense. Sobre este tema, no conviene olvidar que algunos cortejos de hermandades de La Línea han rozado peligrosamente el límite de la indignidad por su escaso número. El golpe ha sido generalizado en muchísimos lugares, por circunstancias económicas, miedo al virus o, simplemente, desencanto o desenganche con las cofradías. Pero no es menos cierto que las hermandades linenses no ponen todos los medios para amortiguar el golpe. Y cuidado, porque en 2022 el hambre con que muchos cofrades han cogido la Semana Santa no será el mismo que el del próximo año y los problemas pueden agravarse, amén de la tendencia descendente que se experimenta en diversos órdenes.
No hace falta decir que, de no estar hecho el cambio de hora, muchas hermandades saldrían prácticamente anocheciendo, adoleciendo de la luz diurna en su estación de penitencia, ni que el Domingo de Ramos es la única jornada en la que las hermandades pasan por carrera oficial de día, con la vistosidad y público que ello implica. La carrera oficial en La Línea tiende a disminuir en público, especialmente en su primera parte, conforme la hora de entrada en el itinerario oficial es más tarde. La separación entre la llegada de una hermandad a carrera oficial y la siguiente es un elemento que innegablemente perjudica en este sentido. La tendencia es que las hermandades jerezanas salgan varias horas antes que las linenses de sus templos. Lo mismo sucede en carrera oficial, y es que, a excepción del Domingo de Ramos de La Línea, cuando entra la última cruz de guía de una hermandad de Jerez, de cualquier día, en el itinerario oficial, aún no ha realizado su entrada en carrera oficial ninguna cofradía de La Línea.
Sin entrar en profundidad en el informe, que ahí está para quien quiera consultarlo, sí resalto un ejemplo que refleja muy bien el tema del que vengo hablando. En Jerez el Martes Santo, por carrera oficial, en treinta minutos menos que en el Miércoles Santo de La Línea pasan 4 hermandades más, 6 pasos más y 934 nazarenos más, siendo la media de nazarenos tan solo de 51 nazarenos jerezanos más. La carrera oficial de Jerez el Martes Santo empieza a las 17.55h, y la de La Línea el Miércoles Santo a las 21.00h. Cuando ésta última ha empezado, hace más de media hora que en Jerez ya ha entrado la última cruz de guía en el itinerario común. Una última cruz de guía que, en el caso de La Línea, comienza a pasar por calle Real a las 00.00h.
Para ejemplificar, y apoyándome en documentos gráficos, una de las hermandades que goza de mayor tirón devocional, la del Gran Poder, entraba en carrera oficial pasada la una de la Madrugá del Viernes Santo. El resultado, evidente, una Calle Real muy poco poblada, por ser generosos. Lo mismo sucedía con el transitar de la Hermandad del Abandono el Miércoles Santo en torno a las doce de la noche, o de Angustias el propio Jueves Santo a la misma hora. Casi solas, dejando imágenes desoladoras, más aún por los enormes esfuerzos que realizan todas y cada una de ellas para ponerse en la calle, mostrando además un patrimonio envidiable, con obras de Castillo Lastrucci, Ortega Brú o Pedro Moreira que, en el centro, y en otros puntos del recorrido, pasan prácticamente inéditas. Tampoco la presencia la A.M. Encarnación de Sevilla tras el Gran Poder hizo que la gente acudiera a calle Real a esas horas de la madrugada a ver el imponente paso de una de las grandes devociones cristíferas de la ciudad. ¿Conclusión? Algo falla, y hay solucionarlo urgentemente.
Exceptuando el Domingo de Ramos, es llamativo comprobar cómo las entradas en carrera oficial tienen como hora más temprana las nueve de la noche -20:45 la de los Dolores el Martes Santo-. De ahí, hacia delante, con varias cofradías entrando a las diez, once o doce de la noche, incluso a la una de la madrugada. El problema, e incido en lo que ya decía en el anterior artículo, es que no se es inteligente en la organización de horarios en cuanto a lo que en televisión se llama el “target”; es decir, el público al que se pretende llegar. Pensemos en rangos de población. En primer lugar, familias con niños, uno de los principales objetivos de poner las cofradías en la calle, puesto que son su futuro. Este rango de población difícilmente aguanta más allá de las nueve de la noche, y es lógico. Los pequeños ya llegan cansados y suelen ponerse un pelín impertinentes y, por lo tanto, las familias dejan de ver cofradías a partir de esa hora. Y si no da tiempo a verlas en el centro, pues se elige una de las salidas de las hermandades día y para casa. Puedo decir que un día de esta Semana Santa, motivado también por los inexplicables y duraderos parones de una cofradía de negro, hubo desbandada general de familias con niños pequeños aún con los pasos frente a sus propias narices. Con otro rango de población que también habría que cuidar, el de la tercera edad, sucede exactamente lo mismo. Pese a que hay encomiables veteranos que aguantan viendo cofradías por la noche, lo cierto es que no debe resultarles fácil permanecer en la calle a estas horas. Finalmente, queda un público que oscila entre la juventud y los adultos. Ambos aguantan relativamente bien las cofradías de noche, siempre y cuando no compartan la estancia con alguno de los dos rangos anteriores -niños pequeños o tercera edad-. En cuanto a los jóvenes, por desgracia, a muchos de los que pululan por nuestras calles a esas horas lo mismo les da estar viendo una hermandad que en una cabalgata de Feria, en el parque de botellón o en los pub de fiesta. Hecho que viene a perjudicar claramente el decoro al paso de las corporaciones, por el nulo respecto existente hacia ellas. A otros tantos la Semana Santa de La Línea les importa en la misma medida que salga su hermandad. Por lo demás, otros tantos abandonan a las cofradías que no son la propia y se van a ver las sevillanas. Hay quienes ya ni reconocen las hermandades de su propia ciudad. A los restantes, muy “jartibles”, les da igual el horario de ver una cofradía en la calle, y bien por ellos, porque son los que principalmente quedan de público a estas horas. Y en cuanto a los adultos, a los que les interesa la Semana Santa, también suelen aguantar bien los horarios nocturnos. En conclusión, podemos estar desestimando a un altísimo porcentaje del público potencial que podrían ver cofradías en la calle. En varias ocasiones, cuando se producen las típicas conversaciones en las que un cofrade -o no cofrade- de a pie pregunta sobre un determinado horario, y se le responde, la reacción solía ser un resoplido o un “qué tarde”… No podemos ser ajenos a esas muchas voces. Las comparaciones son odiosas normalmente, pero en este caso, las veo necesarias. El claro ejemplo de lo anteriormente descrito es lo vivido el Domingo de Ramos de 2022 en comparación con los demás días.
Y prácticamente por los mismos argumentos, tampoco se favorece que los cortejos crezcan, salvo honrosas excepciones como el de la Oración en el Huerto, que sí me pareció que ganó en nazarenos. No se lo ponemos fácil a los niños o a la tercera edad para que se enfundan el hábito nazareno y tengan que estar ocho o nueve horas en la calle cargados de parones, deambulando por puntos en los que, le pese a quien le pese, las cofradías van solas especialmente en sus itinerarios de vuelta, también en algunos de ida. Y no, el hecho de que un grupo de familiares de costaleros, vecinos y/o devotos pulule alrededor del paso de turno no significa que la cofradía deje de ir sola. No hay ninguna hermandad de la ciudad que, por distancia física hacia el centro, debiera superar las siete horas de estación de penitencia, y no hace falta ir a paso mudá para ello. No se disfruta en menor medida por estar menos horas dando vueltas, muchas veces sin sentido alguno, por las calles. Al contrario, se potenciaría la afluencia de un público que se concentraría en mayor medida.
Tampoco se favorece a quienes, no siendo de la ciudad, se deciden a venir a visitar nuestra Semana Santa. Cuando uno no conoce un lugar y va a ver cofradías, lo lógico es irse al centro a ver cofradías. Si entre una hermandad y otra hay un parón de más de una hora, lo más normal es que esas personas puedan aburrirse, volver sobre sus pasos y, probablemente, no venir nunca más. No se facilita en absoluto que venga turismo cofrade por esta cuestión. Es realmente complicado y antinatural encontrar una Semana Santa de un mínimo prestigio cuyos horarios de carrera oficial no impliquen una sucesión consecutiva de cofradías por el itinerario oficial, sin solución de continuidad. Una detrás de otra. Por algo será.
Y digo yo, ¿no sería interesante copiar estos aspectos que nos pueden hacer mejores, como el tema de los horarios consecutivos en carrera oficial y a horas tempranas, en lugar de otros como decir constantemente “miarma” como si fuera algo nuestro? O, por hablar de otro aspecto que viene a perjudicar negativamente que las cofradías permanezcan horas de más en la calle, también sería conveniente fijarnos en los cortísimos períodos en que tanto los pasos como los cortejos suelen estar parados en otros lugares. Lo habitual es que el paso esté arriado entre uno y dos minutos. En La Línea, lo habitual es que las paradas no duren menos de cinco minutos, y en algunos casos, superen los diez. Salvo alguna excepción en la que determinada cuadrilla pueda realmente necesitar un descanso por falta de relevos, lo cierto es que en cuanto a número de costaleros no parece en absoluto necesario que las paradas se dilaten tanto en La Línea. ¿De qué sirve tener al cortejo y cuadrilla parados durante diez minutos? Ya se lo digo yo, para hacer tiempo para no llegar a carrera oficial o a la recogida antes de tiempo, o simplemente por vicios aprendidos y adquiridos. Un ejemplo claro de cómo hacer bien las cosas en relación a esto, aunque condicionado por la amenaza de lluvia, fue la ida de la Hermandad de los Dolores desde Santiago hasta carrera oficial, con paradas muy cortas y chicotás largas, sin perder un ápice de vistosidad, al contrario, facilitando poder ver a la hermandad una y otra vez en varios puntos. Eso, por no hablar del mérito -demérito mejor dicho- que tiene el hecho de que hermandades que superan el centenar de nazarenos ajustadamente taponen a otras en el centro. La conclusión, de nuevo, es que los horarios están mal hechos y sobran horas, minutos y calles por todos lados.
Hace unos días, en el programa cofrade jerezano Cofrademanía escuché que cuando una Semana Santa se aferra a la nocturnidad es porque tiene algo que ocultar. Y creo que no debe ser el caso de las hermandades linenses. El crecimiento patrimonial en todos los ámbitos es una constante en la gran mayoría de las cofradías linenses. Por ello, poco o ningún sentido tiene esconder ese patrimonio en la oscuridad de la noche, precisamente en una ciudad que no es la mejor iluminada de la Unión Europea, y que se caracteriza por las rachas de viento que apagan con facilidad las candelerías, desluciendo completamente la vistosidad de los pasos de noche.
Organizar a las hermandades más de día que de noche es algo que, a buen seguro, beneficiará a todos los agentes implicados en las mismas. Cuanto más de día estén las cofradías en la calle, más niños y adultos se acercarán, mientras que con los horarios de ahora, les alejamos. Se podrá lucir como merece el patrimonio, incluyendo algún que otro palio de malla que ya me dirán qué sentido tiene estando en la calle mayoritariamente de noche. Habrá unos cortejos de nazarenos más dignos, aptos para niños y para los más experimentados, que además eviten tanto solapamiento de bandas. Se favorecerá que vengan mejores bandas, y es que es realmente complicado contratar formaciones que quieran tener horas de vuelta que superen con facilidad las dos o tres de la madrugada, especialmente en días laborables, o que aguanten los parones de las cofradías. Sin olvidar que, a más horas, los presupuestos de las bandas son mayores, por lo que se termina perjudicando la calidad de las formaciones contratadas. Se favorecerá que los fotógrafos puedan plasmar instantáneas con luz diurna, reviviendo momentos que pueden ser inéditos, como por ejemplo ver a hermandades como las Angustias, el Gran Poder -sin tener que esperar que vaya a un Vía-Crucis Magno en Cádiz capital- o la Amargura, así como a todas las demás en el centro de la ciudad, con la luz del sol. Las fotografías cofrades nocturnas tienen una indiscutible magia especial, pero desechar por sistema las diurnas es un error. No obstante, más allá del punto de vista fotográfico, una Semana Santa sin la luz del sol es una Semana Santa incompleta y sumida en la oscuridad. Y, lo que es más importante, estaremos atrayendo un público muchísimo más abundante a que venga a ver las bonhomías que poseen nuestras hermandades, que en demasiados casos terminan pasando desapercibidas. Citando al presidente del Consejo de Hermandades de la propia Jerez, “andar lento perjudica a la cofradía, a los nazarenos, a los costaleros, a las bandas, a la gente que nos ve…“.
Ante todo lo anteriormente descrito, habrá quien saque a relucir la manida doctrina del “siempre se ha hecho así“, enmascarada en ocasiones bajo el paraguas de la “tradición“. Una forma de pensar que no tiene ningún peso argumental en prácticamente ningún orden de la vida, si bien todo el peso recae en el terreno de lo casposo y lo inmovilista. Siempre pongo el mismo ejemplo, en la Edad Media era costumbre, tradición o práctica quemar a mujeres que se consideraban brujas, entre otras barbaridades. En algún momento se antojó necesario terminar con ello. En definitiva, las tradiciones están muy bien y hay que cuidarlas, hasta el momento en el que, simplemente, o bien dejan de funcionar o surge algo nuevo que viene a mejorarlas. A mi parecer, el tema horario tratado en este artículo es un claro ejemplo de ello. Estos horarios ya no funcionan, urge poner remedio. Sobre la cuestión de que los Santos Oficios limitan la posibilidad de salir con prontitud, argumento que sí puede tener cierto peso, de nuevo invito a que vean los horarios del Jueves y Viernes Santo de Jerez, o de Sevilla o de casi cualquier lugar, con hermandades realizando sus salidas procesionales esos días desde las tres de la tarde. Y no pasa absolutamente nada. La ley debe estar hecha para el hombre y no al revés, ya saben quien lo dijo. Seguro que explicando la necesidad a los directores espirituales de las cofradías de manera colegiada por las mismas, aceptarían la conveniencia de evangelizar al mayor número posible de personas, buscando una solución satisfactoria para todas las partes. En cuanto a otro argumento, por llamarlo de alguna manera, que me suelen decir cuando planteo esta cuestión, que no es otro que “es que hay gente que trabaja y no sale hasta tarde“, huelga decir lo absurdo, rozando lo pueblerino -con respeto a todos los pueblerinos-, de plantear un horario en función a las necesidades de cuatro, cinco o diez personas que puedan tener ese problema, fácilmente solucionable incorporándose más tarde. Finalmente, en relación a la comparativa con Jerez, es cierto que en Semanas Santas de grandes lugares -no en el caso jerezano-, en carrera oficial los cortejos se comprimen para agilizar el tiempo de paso. Y no digo que haga falta hacer eso, sino que hay que acortar las distancias entre una hermandad y otra -cruces de guía- en carrera oficial a una distancia de entre 30 y 40 minutos según las necesidades. Una carrera oficial que debería empezar todos los días en torno a las seis o siete de la tarde.
Para concluir, quiero recalcar que el principal objetivo de sacar una cofradía a la calle, además de dar pública protestación de fe, es el de evangelizar. Se pretende buscar al que nunca se acerca a la Iglesia, engancharle. Y esto no hay director espiritual que pueda negarlo. Se habrá de buscar, en consecuencia, llegar al mayor número posible de gente. Con los horarios de la actualidad, la languidez que se viene experimentando en el interior de los templos se contagia con facilidad a las calles en las salidas procesionales. Cuanto más tarde realiza su salida una cofradía, menos gente la ve. Es un hecho. Lo que se hace ahora es esconderlas, hacer desfilar a los pasos por calles que, además de impracticables -y poco decorosas en algunos casos-, están desiertas. Toca renovarse o morir, dejar de estar obnubilados por los crecimientos patrimoniales, que son incuestionables, y desprenderse de esa gran enemiga que es la autocomplacencia para pasar a la acción. Conformarse con sacar cofradías para que el público la vea mayoritariamente a la salida, y desde ahí vaya decayendo hasta la práctica soledad, es algo que no tiene razón de ser. A mi se me cae el alma al suelo cuando pienso en todo el sacrificio que implica poner una hermandad en la calle, algo que he tenido la suerte de vivir desde dentro, y luego terminan absolutamente abandonadas. Sin dejar de llenarme de tristeza, y pensando firmemente que no merecen algo así, creo que de un modo u otro es algo que se está promoviendo por una dejadez de funciones que roza la negligencia. Además de reorganizar los tiempos de paso por carrera oficial de modo que las cofradías del mismo día entren sucesivamente, hay que adelantar todos los horarios -entrada, carrera oficial y recogida- varias horas, ganando presencia la tarde frente a la noche. Tenemos que ser inconformistas, innovadores, vivos. Los responsables, sean juntas de gobierno o el Consejo Local, deben coger este toro por los cuernos y buscar soluciones cuanto antes, sin prisa pero sin pausa, ahora que hay varios meses propensos a ello. Comprendo que pueda encerrar cierta dificultad, principalmente porque en demasiadas ocasiones los egos vencen a la razón, más allá de por temas de tiempo de paso, toda vez que los cortejos linenses deben rondar de media en cien o ciento veinte nazarenos, pero si las hermandades de cada día se ponen de acuerdo, verán los mismos frutos que ya se pudieron comenzar a ver el Domingo de Ramos. La única solución pasa por encontrar medidas conjuntas, consensuadas y solidarias, alejadas de cualquier tipo de egocentrismo y ombliguismo. Es un gran problema que requiere de grandes soluciones de hombres y mujeres que estoy seguro de que son capaces de encontrarlas.
Un último apunte para quien corresponda. Está muy bien sacar colgaduras cofrades con marcos de cuadros impresos y colocarlos en las farolas de la calle Real. También lo está colocar vallas a lo largo del recorrido oficial y revestirlas de un modo digno. Sin duda es un avance con respecto a lo anterior. Pero seguro que quienes gestionan el ayuntamiento tienen en su poder las cifras que genera de forma económica la Semana Santa. Destinen una pequeña partida presupuestaria a ofrecerles un balón de oxígeno monetario a las cofradías en forma de subvención, una ayuda que no es ningún tipo de trato de favor, sino darles lo que se merecen con las cifras en la mano a unas entidades que destinan grandes esfuerzos a engrandecer la ciudad y hacer obra social. En la vecina Algeciras, por ejemplo, nos dan mil vueltas en este sentido. Eliminen o recoloquen los cables, tan peligrosos para los pasos y los costaleros que van sobre los mismos, y que tanto deslucen el discurrir de las cofradías. Al menos de las arterias principales de la ciudad, implicando, claro, un compromiso de las hermandades para utilizar precisamente estas arterias -calle Jardines, Clavel, Menéndez Pelayo, San Pablo, Sol…-. Denle facilidades al Consejo Local para lo que proponga, ofreciendo por ejemplo un sitio digno, continuo, seguro y sin costes para lucir el patrimonio de las cofradías en la exposición anual de enseres, o eviten las desagradables imágenes de camareros cruzando por cortejos en una carrera oficial que a veces parece un merendero. Obliguen a los comercios a apagar sus luces al paso de las hermandades, y a quitar las esperpénticas sombrillas, por ejemplo, en la Plaza de la Inmaculada. Fomenten con campañas publicitarias dignas de nuestra Semana Santa que los de fuera vengan a conocerla. En definitiva, apuesten con más hechos y con menos palabras y pequeños -y encomiables- gestos por uno de los principales baluartes de una ciudad que no es que precisamente vaya sobrada de buena imagen en el exterior. Y fíjense que no he mencionado ni una palabra sobre la localización de la carrera oficial, ya que considero que es un tema secundario, si bien, dicho sea de paso, prefiero el recorrido por Fariñas antes que por Real. Incluso la Avenida del Ejército podría ser un enclave bonito. Cualquiera de estas localizaciones sería espléndida con unos horarios a la altura de nuestra Semana Santa, que se encuentra justo en las tallas de Ortega Brú, Navarro Arteaga, Juan Ventura o Dubé de Luque, en el palio de la Esperanza, en los pasos de la Oración en el Huerto, en el fervor del Medinaceli o el Gran Poder, en el misterio de la Flagelación o el romanticismo de la Amargura o el Silencio, entre muchas otras maravillas. Es decir, a la altura de, sin duda, una de las cinco mejores Semanas Santas de la provincia de Cádiz, y una de las que por categoría habría de estar a la vanguardia de la Semana Santa andaluza, pero sigue a la cola de reconocimiento allende sus fronteras. Nuestra Semana Santa está sumida en la oscuridad, cuando deberíamos dejarla brillar en todo su esplendor. Dejemos de esconderla y mostrémosla sin complejos. Es una joya.