Monseñor Demetrio Fernández ha recibido al hermano mayor de la hermandad de la Paz y Esperanza y a una representación de la comisión de la Coronación, para continuar con el ilusionante proyecto que culminará en la Coronación Pontificia de la dolorosa de la corporación capuchina. Un proceso que quedó en stand by en mayo del pasado año con la confirmación del aplazamiento de un camino que debía haber culminado el pasado 11 de octubre y que se vio frustrada por la pandemia. Una decisión difícil sin duda pero lógica tras la alarma sanitaria en la que aún estamos inmersos provocando que desde el comienzo de toda esta pesadilla se hayan suspendido o celebrado de manera singular cultos, estaciones de penitencia así como multitud de actos en relación con la Coronación Pontificia de la Paloma de Capuchinos.
En el comunicado emitido al efecto con motivo de la suspensión, la Junta de Gobierno de la Corporación capuchina explicaba que se había procedido a «consultar con Antonio Prieto Lucena, vicario General de la Diócesis de Córdoba, quien a su vez había informado de la decisión a Monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba». Adicionalmente subrayaba que «el recorrido será retomado cuando la situación sanitaria lo permita» -como acaba de ocurrir-, por lo que quedaba sin concretar la posible fecha en la que la Paloma de Capuchinos será coronada pese a que determinadas voces insisten en apuntar al próximo mes de octubre si las circunstancias lo permiten aunque otras, las más sensatas, aseguran que el sueño se culminará en 2022. Todo ello a la espera de desvelar cuándo se podrá seguir con la programación de actos previstos, como la presentación de la papeleta de sitio y la orla de cultos en la Fundación Miguel Castillejo -realizadas por César Ramírez y Nuria Barrera, respectivamente- así como la exposición «Córdoba Corona de la Paz» en la Diputación, con todo el ajuar de la Coronación.
Conviene subrayar que el coronavirus ha dejado en el aire multitud de eventos que aportarían un gran empuje tanto económico como cultural a la Coronación, -e incluso en la hechura del ajuar, más allá de que algunos de sus elementos obedezcan a donaciones-, suponiendo un considerable esfuerzo por parte de la hermandad -es decir, por sus hermanos- particularmente acusado tras la suspensión de las dos últimas Cruces de Mayo, eventos que suponen un ingreso importante para la estabilidad presupuestaria ordinaria de la corporación capuchina, que soporta los imprescindibles gastos habituales de mantenimiento, acrecentados por los derivados del préstamo formalizado para realizar la nueva casa hermandad. Conceptos a los que hay que sumar la merma de ingresos derivados de las papeletas de sitio propiciados por la crisis sanitaria que tanto ha influido en muchas corporaciones.
Sea como fuere, la evolución de los acontecimientos, el desarrollo de la campaña de vacunación y las medidas restrictivas existentes en un futuro inmediato que puedan permitir concentraciones de un determinado número de personas en un templo o presenciando los traslados de la Sagrada Imagen, determinará estos y otros extremos, y de manera particularmente relevante la concreción de una fecha que ha de suponer un hito en la historia de la hermandad del Miércoles y, probablemente, un punto de inflexión para toda la Córdoba Cofrade.