Muchas han sido las sensaciones que ha dejado el Rocío del reencuentro. Positivas en muchos sentidos que han conjugado la alegría de volver a contemplar la belleza de la Blanca Paloma en dos procesiones históricas y unidas por una pandemia que cambió las reglas del juego. Negativas en cuanto al exceso de acervo devocional que lastró las recién estrenadas andas de la Virgen y por el comportamiento de ciertas personas a lo largo del transcurso de la procesión romera.
Y es que muchas han sido las críticas que este Rocío de 2022 ha acarreado consigo y que en la era de los dispositivos multimedia cobran el triple de valor al quedar grabadas en la memoria de las eternas y tóxicas redes sociales. Por suerte o por desgracia, las herramientas de información y comunicación nos muestran muchos aspectos de la vida totalmente invisibles hasta hace escasos años y, en este caso, nos han desvelado escenas tristes como la caída de las andas de la Virgen del Rocío debida a la rotura de uno de los bancos delanteros o como las múltiples peleas ya referenciadas con anterioridad por medios ajenos a la Romería que buscan sacar tajo de una fiesta enturbiada por el mal hacer de unos pocos.
Polémicas que han reavivado el fuego del mal llamado “sinsentido” que provoca la procesión de una de las más aclamadas devociones marianas de la cristiandad, desde el salto de la reja hasta el triste adiós de la mañana del Lunes de Pentecostés, y que supone el deliciosos alimento del que se jactan los medios de comunicación anticlericales para desacreditar a todo lo que huela a incienso. Con esto no estoy diciendo que la manera de sacar a la Virgen sea la más adecuada del mundo, quizás necesitaría una vuelta de tuerca por parte de la Hermandad Matriz para evitar la consecución de las escenas dantescas, sino que el deber de mantener nuestras tradiciones lo más afines posibles al origen de las mismas es imperativo para no alcanzar la tan temida desvirtuación.
Y para colmo nos despertamos, pocos días después, con el ataque de la pueril izquierda comunista y anticlerical contra el Obispo de Huelva, Monseñor Santiago Gómez Sierra, quien solo apeló a la reflexión ante el voto y a actuar en coherencia con la Fe Cristiana de los Católicos que se concentraron a espaldas del Sagrado Santuario, pero todos sabemos que la libertad de sufragio no forma parte del sectarismo al que obedece una podrida izquierda incapaz de desarrollar su habilidad lingüística de comprensión oral. Una pena.