La vara del pertiguero | Rosario de Nuestra Señora

Hoy comienza el mes del santísimo rosario y eso implica recordar que Dios está siempre con nosotros. En efecto, si apenas ayer aún celebrábamos la exaltación de la santa cruz, mediante la cual éramos liberados de la muerte y llevados con Cristo a la gloria, hoy damos los primeros pasos en el rezo mariano por excelencia. A fin de cuentas, el rosario nos fue otorgado precisamente para ahondar en la oración y, por tanto, en el misterio mismo de Nuestro Señor.

Octubre es el mes del rosario por derecho histórico. Ya lo he comentado en otro artículo, pero no viene mal recordar que por estas fechas se produjo el «gran milagro» de Lepanto que su Santidad San Pío V atribuyó a la gloriosísima intercesión de la Santísima Virgen. San Pío V instituyó el 7 de octubre como el día de Nuestra Señora de la Victoria, fiesta a la que su sucesor Gregorio XIII cambiaría el nombre por el de Nuestra Señora del Rosario.

El rosario es además seña distintiva de la Orden de Predicadores, donde sus miembros son conocidos popularmente como «dominicos» en honor de Santo Domingo de Guzmán, quien precisamente recibió de manos de la Virgen este sacramental y las promesas contenidas en él. Asimismo, el beato fray Alano de la Roca, otro distintivo miembro de dicha orden, promocionó el rezo del rosario, conocido en aquellos tiempos como el «salterio de la Virgen», y fundó las que seguramente fueron las primeras cofradías del rosario.

En cuanto a cómo se reza, lo cierto es que su evolución ha sido muy curiosa. Al principio eran ciento cincuenta padrenuestros. Después evolucionó hasta la forma actual, estableciéndose los misterios y las oraciones que jalonan el núcleo de esta oración, incluidas las letanías. En cualquier caso, el centro mismo del rosario se sustenta en los misterios, el rezo de un padrenuestro, diez avemarías y un gloria. Lo demás, siendo importante, es un anexo utilísimo para la meditación contemplativa del Evangelio de Cristo.

Querido lector: si has llegado hasta aquí sin azorarte, enhorabuena. Sé que el artículo de esta semana es denso e, incluso, poco atractivo. No obstante, considero que es muy necesario, ya que mi intención es coadyuvar en la propagación del rezo de este maravilloso sacramental. En estos días, las calles de nuestras ciudades y pueblos se llenarán de rosario de la aurora y vespertinos. Seguramente también se reforzará su uso en las parroquias ya sea antes o después de la misa. En cualquier caso, este mes es propicio para adentrarse o retomar una práctica devocional que sigue vigente a pesar del tiempo transcurrido. Aún más, su ejercicio resulta muy necesario en estos momentos tan convulsos en lo social y en lo individual.

Termino con una de las mayores aportaciones que nuestra España dio a la Iglesia en otros tiempos donde la religiosidad también soportó graves problemas: «¡Ave, María purísima! Sin pecado concebida».