Suspiró el querubín por no caerse de la silla cuando altas autoridades eclesiales de la ciudad le confirmaron que el jefe de las mismas no puede ver ni en pintura al que parte el bacalao por Omnium Sanctorum, aunque quien bien conoce al individuo no se extrañe demasiado.
Suspiros alados por el contraste que hay entre lo que cuentan los que no tienen casi nada que contar y aún así lo cuentan y lo poco que informan los que deberían tener mucho de qué hablar y no abren la boca para decir ni esta boca es mía.
Suspira el ángel porque no acaba de comprender que haya cofradías que para conmemorar aniversarios de sus hermanos distinga entre los presentes que a los mismos otorga en función de su sexo y se pregunta si esto no es para irse al reservado.