Cuando ya he visto los flecos de bellota besar tenuemente la flor incipiente del azahar de los naranjos, inequívoco pregón de la llegada de nuestra Semana Santa, cuando todo viene como rodado, cuando todo parece que va llegar a buen puerto, cuando parece que todo va a salir bien, es cuando la vida se detiene de golpe por un imparable mazazo.
Cuando alguna gotas de lluvia rinden su acostumbrada bendición a las piedras imperecederas del rectángulo de cal y cielo eterno de la Plaza de Capuchinos, llegó por última vez a su casa el cuerpo inerte de Pepe, si nuestro Pepe Campos.
Te llamó María Santísima de la Paz y Esperanza, y tú Pepe, ligero de equipaje, solo con tu habito de nazareno, el que tantas veces vestiste, saliste presto a su presencia. Tengo la certeza de que no hay nadie en el cielo que le ponga la cera a Nuestra Señora con tanto mimo, con tanto cariño como lo hacías tú, ni tan rectos y verticales, con la paciencia de tus benditas manos, y el brillo vivo de tus ojos pequeños, soñando siempre en como mejorar con solo tú trabajo las cosas de la casa, evitando los arbitrariedad de tantos que sin creer en el trabajo han pasado mandando y disponiendo.
Ahora entiendo que tu paciencia era solo la extensión de la que infundía tu estimada esposa Dña. Pilar, que tándem, que diamantes para un tesoro, que columnas para sostener el peso del universo, ahora que ya estáis hablando de vuestras cosas, me imagino que Dña. Pilar te habrá reñido por presentarte vestido así, y por la tardanza en llegar, y como siempre el trabajo para tu hermandad servirá una vez más para justificar cualquier retraso, cualquier tardanza por esta noble causa, es válida para los que dedicaron toda su vida plenamente a Ella y a Él, y si ellos son los culpables, Dña. Pilar, con su clásica risa picarona pensará que siempre es la misma excusa, pero que merece la pena esperarte siempre que sea por Ellos.
Pepe, te has marchado y contigo te has llevado buena parte de las ramas de nuestras vidas, y algún gajo importante de nuestro corazón, todos los que te conocimos a fondo nos hemos quedado huérfanos ahora, tú eras ejemplo a seguir, por tu tolerancia, por tu incansable colaboración, por tu eterna dedicación y ciega obediencia, algo que hoy ni conocemos, poniendo ante todo y sobre todo a los titulares, aunque en ocasiones duela, que dolor también te infringieron y que una sonrisa eterna y paciente tuya recibieron como respuesta y señal de agradecimiento, así eras tú.
La hermandad ha perdido a su hermano número uno, también un Hermano de Honor, Córdoba a un Cofrade Ejemplar, y nosotros a un verdadero “Hermano”, a nuestro más insigne abuelo, me siento otra vez huérfano, Pepe ¿has leído lo que de ti dicen Tony, y Adolfo?, fielmente reflejan mucho mejor de lo que puedo hacerlo yo cómo nos sentimos hoy, tristemente solos y despojados.
Saliste de Capuchinos tras una breve oración a los píes de los Titulares, y te llevamos al camposanto donde presenciamos el depositar tu cuerpo inerte en el interior del nicho donde descansarás hasta el día del juicio, y nos alertó tu sobrino Manuel de la existencia de una lápida con la bendita imagen de Nuestra Señora de la Paz y Esperanza, muy cercana, y donde pudimos leer con verdadero asombro que los que descansan tras ella eran D. José Gálvez Galocha y su esposa Dña. Carmen, otros insignes hermanos, y es que la Virgen de la Paz y Esperanza y Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia protege de esta forma y une a los Hermanos en la tierra y en el cielo.