El junio electoral empieza a agotarse tanto en el plano político como en el cofrade, a veces irremediablemente indisolubles por las resoluciones que, según de dónde vengan, pueden crear perjuicios a nuestras hermandades.
Un ejemplo meridiano de esta unión puntual se ha vivido esta mañana en el mismísimo Ayuntamiento de Sevilla con la pregunta que formuló el Grupo Popular al alcalde socialista de Sevilla sobre el cobro del IVA a los abonados de las sillas que impuso su Ministra de Hacienda, la también progresista María Jesús Montero; a pesar de que sus iniciativas hagan progresar muy poco a la capital y a los sevillanos.
Ese gesto denota cómo la propia oposición de la ciudad se preocupa más de nuestras hermandades que el propio gobierno local, que se encuentra mucho más cómodo eludiendo el tema y agachando la cabeza ante sus superiores.
Y en breve, el próximo lunes, las hermandades y la política se darán nuevamente la mano con unas elecciones al consejo que definirán el margen de actuación, y por tanto de mejora, en nuestra Semana Santa.
Pero sobre todo, se verá tanto en el voto de los hermanos mayores como en las acciones que realice la futura ejecutiva que salga de los comicios, a quién le duele en el día a día las hermandades de la ciudad y quién está dispuesto a tomar medidas que no solo son necesarias, sino además urgentes.
A partir de la semana que viene, el reloj se pone a cero y comienza nuevamente a marcar el tiempo de juego. Ya no servirá regodearse en las limitaciones de la pandemia, lo complicada que es la reforma de la Carrera Oficial o el delicado momento para hacer según qué proyectos que son una deuda pendiente y deben ponerse en funcionamiento cuanto antes por parte de las propias hermandades, y por ende, de su consejo regulador.
Ya no valdrá tampoco mirar a las musarañas para restructurar las jornadas de nuestra Semana Santa, que necesitan un cambio gigantesco y sin sensiblerías para recuperar la seguridad, los tiempos normales de paso y la comodidad para las miles de personas que bien salen en una cofradía, o la ven desde la Carrera Oficial o cualquier otro punto del recorrido.
Sevilla y sus Benditas corporaciones merece un Consejo de Cofradías valiente, arriesgado y que mire al futuro sin asustarse ni caer en el tan cotidiano inmovilismo.
Por ello, nuevamente, las personas que tienen el privilegio de decidir algo tan importante, deben plantearse hasta qué punto les duelen sus respectivas hermandades y todas las de la ciudad en un momento crucial para resolver los grandes problemas de hoy para llegar lo mejor a las generaciones del mañana.