Después de unos meses de navegación en aguas mansas, con vientos favorables, sólo sometidos a las ligeras sacudidas de algún viento desfavorable, parece ahora que el capitán de nuestra nave no se da cuenta de que en el horizonte se está formando una fuerte tormenta, una perfecta tormenta a cuyo centro nos dirige con su locura de desgobierno de esta nave donde vamos todos viajando.
El vigía hace días que gritó “Ola a la vista”, y es que tiene mucha vista y mucha mar, y oteando con ahínco ya avisó “llega la sexta ola”, y ya saben si nunca hubo quinto malo… la sexta va a ser la leche y al natural.
Llega esta ola en el peor momento, y como me decía mi amigo Juan Carlos, “el Burota” que nunca te pille una ola de través, para nosotros que somos de tierra adentro, que nunca nos pille una ola por el costado, que son las que hacen que el barco vuelque y termine siendo nido de erizos y cuna de sirenas milenarias en el fondo del mar.
Como buen marinero, viendo como llega la la sexta ola, que trae de apellido algo similar a omicrón, y no se refiere precisamente a la decimoquinta letra del alfabeto griego. Una ola que se puede prever potente en un tiempo inadecuado, en el peor de los tiempo, que bien el destino ha medido los tiempos, y llegará en el peor momento de nuestra torpe maniobra de virar a estribor, nos golpeará en la misma línea de flotación de través, con los resultados que todos esperamos y que ya son conocidos, vuelta a las restricciones, cierres, aforos limitados, vueltas a las interminables dosis recordatorias de unas vacunas de dudosa efectividad.
El capitán del barco, ni está ni se le espera, la electricidad subiendo como un cohete, no de rápido sino de alto, dificultades de algunos de los marineros para mantener sus camarotes cálidos en este invernal mar del norte, invernal y tirano.
El barco empieza a tiritar por lo que está por venir, las ratas hace tiempo que han saltado por la borda, ahora solo quedamos dentro la marinería, los trabajadores, los jubilados, los niños. Mujeres y hombres abandonados a los golpes de estas olas que se ven llegar por el horizonte, Navidad en un barco, sin patrón ni timonel, en la deriva oceánica, estamos al pairo del gobierno, que al igual que el capitán, ni están ni se les espera.
Solos de cara a unas navidades con las instituciones solicitando que solo se feliciten las fiestas, pero desde este barco condenado, la marinería quiere desearles a todos, contra viento y marea una FELIZ NAVIDAD, y los que no se sientan integrados por la felicitación pueden saltar por la borda, y pasar a ser la felicidad y cena de Navidad de los marrajos de estas costas.
Los que queden de pie, tras el golpe de la sexta ola, pueden preparar los Reyes para los pequeños, ya que el vigía dice “yo no veo la cabalgata de los Reyes Magos” y es un vigía con mucha vista, creerme, tanta vista tiene, que cuando le pido que mire desde el carajo del barco al horizonte más lejano y le pregunto “¿Se vé la Semana Santa?, con una lágrima resbalando por su mejilla me contesta “No se ve nada, solo la sexta ola por babor”, y es que por babor tenía que ser la cosa.
Ahora que está a punto de golpearnos, encomiéndense a la virgen del Carmen, amarrarse al timón, a los mástiles, retirarse de la borda y cantad conmigo “cien barriles de ron, y el diablo por patrón…”.