Con la venia, Opinión

Con la venia | Antonio el Villano

El niño Antonio soñaba con ser un héroe en su Cádiz natal; tal vez como esos héroes homéricos que tan conectados estaban desde la antigüedad en poemas épicos con el Dios de la Guerra: Ares. Sin embargo, Antoñito pronto descubrió que ser un héroe fuera de los sueños infantiles es muy complicado y trabajoso. El niño Antonio fracasó.

La Tradición cristiana, como las de otras existentes, describe el itinerario vital del héroe como alguien que para poder trascender y alcanzar los cielos primero tiene que bajar hasta los infiernos, hacerse uno con el barro, en una suerte de purga que cambia para la eternidad a la persona. Hay que morir y dejar atrás todo lo que nos limita e impide nuestra libertad para alcanzar un renacimiento espiritual y físico. El cristiano no tiene que irse a referencias sesudas o eruditas para entender este hecho, basta con recitar y comprender el Credo.

El niño Antoñito creció y se hizo adulto; bajo a los infiernos y ni pudo, ni supo ni quiso intentar subir a los cielos. Antonio no tenía ni tiene la madera de un Solyenitzin o de Sophie Scholl se conformó con ser un cantor áulico del sistema. Desde luego Antonio seguía soñando y no podía presentarse ante si mismo, y los que a su paso le gritaban genio, como un a criatura del poder y se llenó la boca de palabras, palabras que regurgitaba en un teatro clamando sobre lo que está bien o está mal, con la pasión que los sectarios de toda laya imprimen a su discurso.

Antonio ha gozado de reconocimientos, prebendas y loas por doquier entre los despachos de los poderosos ya que ha cumplido con su trabajo, porque Antonio no ha liberado a nadie de ataduras, ni ha señalado con el dedo o una canción a quienes de verdad tienen mando en plaza, su función ha sido la de repetir los mantras que el sistema inculca a ese pueblo que Antonio, lejos de ser un verdadero héroe, traiciona una y otra vez tejiendo con sus composiciones cortinas de humo para que la gente no se pregunte las correctas cuestiones.

Antes subrayábamos las diferentes fases que tiene el hombre para convertirse en alguien mejor, cuando se baja a los infiernos para salir de allí es necesario deshacerse de quimeras y fantasías, tomando éstas en su relación con lo fantasmal y falso, para don Antonio sin embargo todo ello ha significado un bagaje con el que se le premia y recompensa visitando los antros odoríferos de desinformación pública como un nuevo santón laico del que no se esperan heroicidades pero sí todas las villanías.

Como nota sólo argumentar para el coro de aduladores del “genio” que el pasaje evangélico sobre la otra mejilla está mal leído y peor entendido y que quizás don Antonio, sólo quizás merecería seguir la suerte de otros como él, que al fin y al cabo sólo eran unos mercaderes.