Cuando en la era medieval y el barroco contrarreformista español se piensa sobre las hermandades y cofradías dos son los rasgos primordiales por los que se las puede reconocer. Por supuesto el trabajo en comunidad, insoslayable trazo que configura el carácter de esas corporaciones, el segundo que ese trabajo tiene como misión hacer patente como desde lo mundano se alcanza lo sagrado.
El llamado nuevo movimiento cofrade que hoy se pondera y publicita es la negación, no por ignorancia, sino conscientemente de aquello. Es un movimiento moderno que lo fía todo al dictado de la cantidad, y que opera con la premisa de que la Semana Santa es un mero producto de consumo. Desde ese movimiento lo que se trata de llevar a cabo es la perversión integral de la esencia del mundo cofrade haciendo de la sacralidad algo banal.
Así el nuevo movimiento cofrade lleno de individualismo, proyectos personales y autobombo lo fía todo a una de las caras que tiene la Semana Santa como realidad poliédrica. Que no es la sagrada porque eso le importa poco, ese nuevo movimiento cofrade no nutre los quinarios ni los cultos de las hermandades; y tampoco es la artística que se utiliza como un instrumento para un fin espurio, dentro de la cada vez más asfixiante convención de un marco o canon cada vez más estrecho; la cara del prisma que se alza como nuevo paradigma es la del espectáculo.
Pero qué implica ese espectáculo, pues entre sus signos más desagradables una asunción de la novedad enfermiza, algo que ya hemos tenido oportunidad de desarrollar, y cómo no, el adocenamiento de las hermandades y cofradías haciendo de estas, vía subvención, actores dependientes, serviles y anestesiadas. La hiperinflación del número de cofradías significa que son corporaciones mucho más maleables por el poder político y económico. Ese nuevo movimiento cofrade que lo fía todo a la novedad y el número es un regalo para quien el carácter religioso de nuestra Semana Santa es casi una molestia y algo que sólo está en el origen de la “fiesta”; y que quiere, ya lo está haciendo, una semana grande motor del turismo, y la compra… La Semana Santa shopping.
Para los que nos consideramos antimodernos, y vemos en el contubernio de lo moderno y ese nuevo movimiento cofrade la negación de todo lo que apreciamos en la Semana Santa, lo que mayoritariamente se percibe como progreso y edad de oro no es sino el cambio de una realidad en el que el centro es la emanación de la trascendencia por un modelo en el que lo excéntrico se ha puesto en el frontispicio de un edificio que amenaza ruina.