La lectura del último domingo de Adviento nos da una clara enseñanza sobre lo difícil que es ser justo, entendido por bueno y cabal que diría el castizo, como le ocurre a San José la vida del cristiano está llena de sucesos que nos llevan al pecado, esto es lo que nos oprime y nos aparta de la esperanza de la Salvación.
El quedar bien con esos que no sólo no es que no crean, sino que intentan hacer de la vida del creyente algo nimio e inocuo en la sociedad en la que vivimos, es una tentación constante para muchos católicos. Pero esas posiciones que a menudo se escudan en la tolerancia, palabra bastardeada hasta la náusea, lo que implican es dejarse oprimir porque nos apartan de nuestro sentido como personas y como cristianos.
No vale desde corporaciones que son protagonistas en la Semana Santa, el Adviento es la Semana Santa menor, ser partícipes de estrategias que conllevan la negación de lo que somos. No es de recibo felicitar las fiestas – ¿qué encierra ese concepto siempre aséptico? – celebramos y por ello felicitamos la Natividad de Nuestro Salvador, la Navidad. No tiene sentido estético dentro de nuestra tradición, cual si fuera el neutro icono de un centro comercial, hacer uso del arbolito típico de la película estadounidense para decorar las coloridas felicitaciones de esas novedosas y políticamente correctas fiestas; no desterremos el “belén” para sentiros modernos y acomodados a esta sociedad que destierra de lo visible al Niño Jesús.
No demos argumentos, ni conformémonos ni demos carta de naturaleza a esos argumentarios de grupos políticos, de ayuntamientos y siniestros personajes que sólo obran desde ese “todos y todas” para ocultar y negar el “Evangelio” la buena nueva de la Salvación.
Declarémonos profundamente insumisos ante visiones y relatos que tratan de lesionar nuestras tradiciones y legados. No es preciso ser heroicos como al santo y justo José, lo que se nos demanda es ser simplemente coherentes con lo que hemos abrazado.
Con la venia, Opinión
Con la venia | Ser Justo es complicado
