Al modo más característico de Times Square, para quien no me entienda, el centro de Nueva York esquina con yoquesécarajo y manzana nosecuantosmil. The final countdown para el tiempo mejor, al más puro estilo Europe, llega en medio de otra semana de febrero con los primeros Vía Crucis y el callejeo premonitorio de los capillitas hacia las Iglesias.
40 days left, un suspiro para que los primeros nazarenos vuelvan a tocar el asfalto. Todo gira en torno a ello, como una obsesión sin remedio ante la mediocridad que presentamos los cofrades el resto del año desapareciendo al más puro estilo V de Vendetta, sin dejar rastro y ni un mero atisbo del porcentaje de personas que aparecen en Semana Santa, un Soy Leyenda de manual.
El objetivo más importante del calendario y que cada uno tiene en la cabeza desde el minuto uno en el que el Miércoles de Ceniza hace acto de presencia, radicalmente un sálvese quien pueda ante la paranoia de llegar cuanto antes para después acordarse de la espera. Un viaje al centro de la tierra para después acabar en el fondo del atlántico norte al son del Nearer, My God, To Thee porque el sentimiento no era como el que tuvimos el pasado año. La ansiedad hecha carne es lo que nos infunda en el interior este tiempo de espera.
Quizás el vivirlo sea la mejor medicina. Quizás el sentir el crecimiento de la ilusión es lo mejor guardado en nuestro interior, antes de alcanzar el éxtasis con las primera luz del Domingo de Ramos. Con trabajo el éxito sabe mejor. Y es que todo el bienestar que provoca el irremediable tiempo de la Pasión redunda directamente en el tiempo de espera y preparación previo al climax. Las vivencias muestran su cara más agraciada en ese tiempo que copa casi dos cuartas partes del primer trimestre del año de cara a proyectar ese bienestar interior en el tiempo de los olores y de los sonidos.
Por ello, nos ponemos en camino para buscar la plenitud sentimental en el camino que desenclava en nuestro ser los sentimientos de un de las tradiciones más genuinas, la perfecta oda al alma ensamblada en la tierra, tal y como describía Tolkien en su Ainulindalë, un Oh my God! de los sentidos al estilo kengsintoniano del barrio más londinense, la Singin’ in the rain del cine.
Comienza la Cuaresma.