Cuando se juega con la fe

En estos días, he leído en diversos medios de comunicación como Internet se ha convertido también para las Hermandades y muchas asociaciones de fieles en un punto de compra-venta de numerosas piezas del ajuar e, incluso, pasos completos.

Este hecho no tiene nada de malo, hasta que llega el momento en el que ciertas personas que, con buena fe o por interés, ceden imágenes de su propiedad a nuevas asociaciones que con ilusión y cariño la alojen y comienzan a venerarla en cultos abiertos a los nuevos fieles y devotos que comienzan a encontrar en esa imagen el calor que se busca en un Padre o una Madre.

Pero que pasa cuando un enfado por parte de la persona cesionaria de esa imagen que ya se había ganado el corazón de muchos, decide llevársela de lo que muchos consideran que era su hogar. Esa sensación de pérdida, en muchas asociaciones o hermandades causa que muchos hermanos se vayan, dejando de acudir a los cultos al no ver lo que les movía hasta allí. En otras ocasiones, se puede asumir el coste económico de una nueva talla que venga a sustituir esa fe que ya no está, pero sin duda puede ganársela e incluso superarla.

Esas personas que juegan con la fe de esas personas por motivos muchas veces personales y que, después de un tiempo de rigor, la ponen a la venta como si no hubiera pasado nada, acabando en un nuevo lugar en la que será venerada como se merece ya que, para mí, esas personas que ceden y luego venden en otros sitios, más que personas de fe, son descendientes de aquellos mercaderes expulsados por el propio Cristo del Templo.

No se puede jugar con la fe de las personas, esas que mantienen vivas las corporaciones y que por arrebatos personales acaban llevando a cabo actos de todo menos cristianos. Roban la fe, juegan con ella, intercambian monedas, todo esto me suena que ya ha pasado, y por desgracia seguirá pasando, porque siempre existirán mercaderes de fe y sentimientos.