A las puertas de una nueva Cuaresma prosiguen las presentaciones de carteles, nuevas marchas –algunas mejor que otras– y pregones que pasan a convertirse en homilías infumables que hacen que uno desconecte a los dos minutos. No todo tiene que ser negativo. Estamos ante una de las precuaresmas donde mayor número de obras relativas al arte sacro se están presentando.
Un alto nivel que pasa a ser una señal de la buena salud que atraviesa la Semana Santa. Apenas tomamos la última porción del roscón que espera la limpieza de la plata, los carteles anunciadores y los congresos de bandas. Todo comienza a cubrirse de incienso y recorre nuestra memoria acortándonos los días. Casi sin darnos cuenta tendremos frente a nosotros los nazarenos blancos del Domingo de Ramos.

La intensa precuaresma nos ha deparado gratas sorpresas. Una de las últimas el nuevo crucificado de la Piedad, tallado por Antonio Bernal y que ha sido bendecido en la Santa Iglesia Catedral por parte de Demetrio Fernández, obispo de Córdoba. La hermandad de las Palmeras verá por fin cristalizado un sueño cuando el próximo Miércoles Santo recorra las calles con su titular. Una nueva incorporación a la Semana Santa de Córdoba que viene a enriquecer el notable patrimonio que posee. No cabe duda de que la imaginería procesional vive una etapa de esplendor.

De Israel Cornejo hemos conocido esta mañana la imagen de Nuestra Señora del Mayor Dolor, con destino a la hermandad del Gran Poder de Motril. Hace escasas semanas fue en Jódar cuando contemplamos al discípulo amado que acompañará a la Virgen de la Amargura durante su salida procesional durante la Madrugada. La dolorosa, de marcados rasgos que recuerdan a la escuela granadina, es otro ejemplo más del buen hacer de los artistas andaluces. Y en la malagueña Zamarrilla, el nuevo sayón que formará parte del grupo escultórico del Santo Suplicio, obra de Juan Vega.

Y si analizamos otros campos artísticos nos sorprendemos aun más. Véase el techo de palio de la Virgen de los Dolores de Olivares, una joya que desde el momento mismo de su presentación no pasó desapercibida para los asistentes. Cinco años donde Pepi Maya, que se formó en el taller de Esperanza Elena Caro, ha trabajado incansablemente para culminar una obra que ha sido todo un acierto.

Todavía quedan carteles, nuevas obras, palios y hasta coronas. Un sinfín de nuevos proyectos que están a punto de ver la luz. Hasta ahora, podemos decir que la última semana ha sido mejor de lo que esperábamos en lo que respecta a estrenos en el panorama cofradiero.