Afirmé en una ocasión precedente, no hace mucho, a cuenta de otro asunto, que la prensa supuestamente cofrade en general y la hispalense en particular se había convertido en un estercolero, en bazofia infumable, en un chiringuito con olor a incienso, en un espectáculo bochornoso en el que un grupo de charlatanes, algunos de ellos niños pijos que parecen haber nacido con chaqueta y corbata y las pastas de pregonero bajo el brazo, la mayor parte de ellos sin la menor idea de lo que significa de verdad ser cofrade, y otros, giliprogres disfrazados de capillitas que en realidad pretenden destruirlo todo desde dentro, se dedican a repartir, a diestra y a siniestra, grotescas sandeces. Lejos de paliar mi opinión, los últimos hechos acaecidos hacen que me reafirme en ello. La prensa on line y algunos espacios televisivos, presuntamente cofrades, son una basura, un lupanar. ¿Que a qué viene esto? Pues verán: en un programita local sevillano y sevillita, amparado por una cabecera de nuevo cuño que ha emitido gratis la última Semana Santa de Sevilla, lo que le ha proporcionado a sus promotores la audiencia que han perdido quienes han tenido la ocurrencia de cobrar por los mismos contenidos, se han proferido graves insultos y mentiras contra una banda cordobesa que ha dejado un magnífico sabor de boca, le joda a quien le joda, en su estreno en la ciudad de San Fernando tras el paso de misterio de la Hermandad de San Pablo, la Banda de la Salud.
Por eso, y porque me apetece, me voy a permitir el lujo de ponerme a su altura… ¿no les gusta el tono barriobajero? ¿No premumen de hablar como se habla en la calle? Pues aquí tienen una buena dosis de su propia medicina. Una audiencia, la de Semana Santa, que alguno parece haberse tomado como una patente de corso para poder atacar impune y despiadadamente desde el presunto púlpito de telepredicador barato en el que piensa que está instalado. Y conste que no escribo esta columna porque se haya proferido una crítica, constructiva o destructiva, a una formación musical concreta que merece todo el respeto –porque no sólo lo merecen las bandas impuestas por determinada gentuza, lo merecen todas, las buenas, las regulares y las malas- sino por el tono bravucón, prepotente y miserable que han utilizado para atacar a degüello a una gran banda, que lo es, compuesta por personas que trabajan denodadamente durante doce lunas, restándole muchas horas a sus familias, para que una panda de impresentables venga a menospreciar burdamente y sin un puñetero razonamiento su esfuerzo, sus ilusiones y su lucha cotidiana. La crítica es libre, sólo faltaría. La mentira y el bochornoso insulto sinsentido y sin argumentos, no. Esto no va de música, queridos amigos, ni de gustos personales, sino de respeto.
Uno de los sujetos, uno de los más pedantes y soberbios de la Sevilla cofrade contemporánea, -me permito subrayar, siguiendo con el tono barriobajero; y mira que es difícil ostentar este título honorífico- un sujeto infumable que lleva años demostrando su soberbia cada vez que predica -porque es lo que hace, predicar-, ha afirmado sin despeinarse (es un decir) que la actitud de la banda fue prepotente y que había llegado para quedar por encima de la propia hermandad… O algo así. Aportando cero pruebas para afirmar semejante mamarrachada, por supuesto. Aunque fuese verdad, que este individuo censure a un semejante por ser prepotente es como si un ladrón afease la conducta de otro por cometer un robo. Un puñetero chiste que abochorna y avergüenza. Pero, además, que afirme (iba a decir rebuzne, pero no lo voy a decir) semejante majadería es sencillamente mentir, con todas las letras. Emitir un juicio de valor sin ningún respaldo fehaciente. Todo ello después de afirmar (mintió también) que de esa banda no iba a hablar porque no le apetecía, con toda la carga de miserable superioridad moral del mundo que entraña la frase, una superioridad moral de la que, obviamente, carece. Para mentir, mejor estar callado desde luego. “Una cosa es sonar fuerte y otra sonar bien”, dijo para atacar a la banda. Aplícate el cuento, muchacho: una cosa es dar una opinión y otra vociferar idioteces sin argumentos. Gritar por gritar, vaya. Y de paso, díselo a alguna de tus bandas protegidas. ¿Eran muchos componentes? ¿Sólo los integrantes de esta banda? ¿Las bandas a las que sí ensalzas tienen el número perfecto de miembros? ¿Esas no ocupan espacio en Campana? En fin…
Luego llegó el turno de su compañero (de éste tenía una mejor opinión, qué decepción) quien, tras reconocer, con ciertas dosis de falsa humildad, que no sabía de música, se atrevió a asegurar, de manera pretenciosa, que la banda no estaba trabajada. ¡Porque yo lo digo! Todo ello habiendo reconocido que la escuchó solamente por un sitio (toma que toma) y que fundamentaba el resto de su sesudo análisis en vídeos de Youtube. Sencillamente ridículo, impropio de cualquier opinión respetable. Me pregunto que si prácticamente no la escuchó, ¿en qué se basa para afirmar que la banda no está trabajada? ¿En sus santos reales? ¿En lo que le han contado o dictado? ¿En la procedencia: si son de Sevilla capital o como si lo fueran, porque son de pueblos de la provincia y llevan toda la vida tocando a la sombra de la Giralda, son bandas buenas y el resto solamente cuando decir lo contrario convertiría su discurso en patético pataleo? Porque es evidente que hay bandas cuyo nivel es imposible negar, pero no porque estén a la altura de las grandes bandas sevillanas como afirman, a la defensiva, impresentables de determinada calaña sino porque las superan.
Me voy a mojar, pero desde el respeto, a diferencia de otros. En mi opinión, el nivel de Rosario de Cádiz y de Pasión de Linares, hoy por hoy, es superior al de las bandas de la capital. De todas. Son las mejores que suenan en Sevilla. Por eso con ellas no se atreven. Esa es mi visión, ni mejor ni peor que la de otras personas que opinen diferente, aderezada porque alguna de las intocables formaciones musicales sevillanas creo que hace mucho que demuestra una calidad manifiestamente mejorable y otra, porque su estilo me aburre soberanamente. La diferencia es que yo no insulto a ninguna de ellas porque me merecen todo el respeto del mundo. Simplemente hay otras que me parecen mejores, sin más. Pero “tener respeto” es un concepto del que algunos carecen. Es más, como no se atreven con ellas, Rosario y Pasión, porque atacar su nivel sería ridículo, esconden tras una forzada adulación un chauvinismo barato que no es más que eso, rechazo por lo que viene de fuera. Y miedo, mucho miedo. Miedo a que sigan llegando bandas foráneas que cuando son muy buenas son reducidas por estos individuos a la categoría de “pasables” y cuando son buenas llegan a decir de ellas que no tienen nivel para Sevilla. ¿Pero tú te has pasado a escuchar a algunas de las bandas que suenan en tu presunto coto privado, incluidas algunas de las que mencionaste en tu ridículo monólogo? Vaya por delante que tienes todo el derecho a opinar que la Banda de la Salud no tiene nivel para tocar en Sevilla, como yo opino que tú no lo tienes para dar tu opinión ante las cámaras, pero sería aconsejable aportar argumentos, más allá de “porque yo lo digo” y haber escuchado a la banda en más de un sitio. Emitir una opinión tan cruel como la proferida no puede hacerse con solo unos minutos de prueba. Peor aún sería que los argumentos no fuesen propios sino dictados por terceros con intereses ocultos en todo este asunto, que ya sabemos que hay huecos que cubrir. Pero eso prefiero ni pensarlo porque sería impresentable.
Me consta que son muchos los hermanos de San Pablo y gran parte de los miembros de la Junta de Gobierno que están muy contentos con la banda a pesar de estas miserables campañitas que son exactamente lo que parecen. Porque, que nadie se llame a engaño. Estos ataques no tienen otro fundamento que intentar cargarse a la banda, pretender influir en quienes mandan en la hermandad de San Pablo y en otras para crear una corriente de opinión en su contra, conscientes de que ha gustado y mucho, para que las expulsen del presunto paraíso y evitar que echen raíces entre sus cofradías, no vaya a ser que las bandas autóctonas pierdan más y más contratos o sean incapaces de recuperar el terreno perdido. Dos o tres, bueno, pero más, impensable… ¡no lo vamos a permitir!. Así de sencillo. Un proteccionismo barato, arcaico, cateto, retrogrado, cobarde y chusquero capaz incluso de manipular, como han hecho otros, lo ocurrido con una enorme banda de Málaga, Paso y Esperanza, dando a entender que ha sido la Hermandad la que ha rescindido el contrato vigente.
Así se las gastan los prepotentes que siguen meando colonia a la sombra de la Giralda. Y Sevilla no es eso, queridos amigos, aunque los hooligans jamás lleguen a comprenderlo. Sevilla ha sido siempre una ciudad que ha tenido la grandeza suficiente para abrir de par en par sus brazos e integrar a quien llegaba de fuera a aportar su granito de arena para convertir a la Semana Santa de Sevilla en la más relevante del mundo: imagineros, orfebres, pintores, bordadores, músicos… artistas de toda índole que, a lo largo de los siglos, han contribuido decisivamente a convertir a la Sevilla cofrade en lo que es hoy en día. Gracias a Dios, la mayor parte de Sevilla es así, una ciudad abierta, sin acomplejadas barreras, y así llevan años demostrándomelo muchos amigos. Solo queda que los pocos cobardes que quieren construir fronteras a base de mentiras y gritos, pero que en verano huyen a las playas de Cádiz y Huelva, sean repudiados por la mayoría silenciosa, la que piensa que hay que recibir con respeto a todo aquel que llega para trabajar por el bien común y sean depositados donde merecen, en el contenedor marrón. Ni sois Sevilla, ni representáis a casi nadie, ni Sevilla es vuestra. Y la Semana Santa, tampoco. Afortunadamente.