Muchas veces hemos padecido de la prepotente presencia de una determinada familia que entiende que por estar en la cofradía todos los miembros de su familia, trabajando, colaborando y evitando que otros que lo hagan mejor lleguen a hacerlo, entienden, y van diciendo que por ello la hermandad es suya, sintiéndose los dueños del cortijo, y evidentemente como dueños adoptando decisiones en lo que es su propiedad.
Es sencillo notar este tipo de presencia en nuestras corporaciones, si usted ve que en una de ellas, a pesar de tener una nómina de hermanos superior al medio millar, los que trabajan año tras año, los que siempre están en la casa de hermandad, son los mismos, y que estos constantemente se quejan de la falta de colaboración, y constantemente alardean y presumen de la tremenda cantidad de trabajo que han realizado, sin la ayuda de nadie.
Y si usted dice de ayudarles y reciben una mirada de desprecio, mezclada con apertura de ojos consecuencia del asombro, añadiendo un giro inmediato a otra conversación y un gesto de desprecio sobre el hombro, en tanto el abnegado trabajador dirige sus pasos a refugiarse en el grupo de sus familiares, que reunidos en constante cabildo anda decidiendo sobre el futuro de todas y cada una de las facetas de la vida de la hermandad, no tenga duda, acaba de entrar en contacto con una hermandad cortijera, ya acaba de conocer a los cortijeros que en ella predominan, mandan y deciden.
Para que este tipo de enfermedad prospere se han de dar tres condiciones incuestionables, ellos, los cortijeros me refiero, han de copar la mayoría de la cargos de la junta de gobierno, han de estar alerta constantemente en las instalaciones, nos vaya a llegar alguien con ganas de trabajar, o con ideas especialmente buenas sobre obra social, acciones evangelizadoras, o en cualquier ámbito de la entidad, para ello, se ocuparan la totalidad de los miembros de que los que llegan, solo alcance la categoría de mediocre, ya que si alguien sobresale en cualquier faceta todos a una, irán a destrozarlo, para ello valen todos los métodos, chismorreo, segregación, descuidado olvido estudiado en profundidad y así un larguísimo listado de medidas dictatoriales.
Y una vez alcanzado este nivel de dependencia, para prevalecer en todos los cargos, algunos grupos de cortijeros, optan por ir colocando a sus miembros en todos los puestos posibles, dando lugar a los peores resultados imaginables, no olviden que durante décadas esta familia han estado alejando de la hermandad a todo aquel que llegaba, tanto es así que hasta la nómina de hermanos se ha resentido.
Y es así como se fragua un desastre, uno más de los muchos que todos habéis conocido, imaginaros que los cortijeros deciden sobre quién debe de ser hermano mayor, sobre en qué y cómo se ha de gastar el dinero de la corporación, en cuales han de ser los proyectos de estrenos, las fechas y altares de cultos, salidas extraordinarias, formación, obra social y ese larguísimo etcétera de determinaciones susceptibles de algún tipo de mejora.
Ahí tenéis un reflejo o un apunte, de por qué muchas de nuestras hermandades padecen de falta de colaboradores, de hermanos, y de algunas determinaciones que nos sorprenden a muchos cuando a través de los comunicados oficiales o redes sociales nos presentan cambios que no tienen ni lógica, ni explicación alguna, cuando son auténticas locuras, y eso que no tenemos accesos al orden del día de cada una de las reuniones donde se cuecen estas decisiones cortijeras, y así nos va, como si todo fuese un cortijo mal gestionado, donde solo mandan los que mandan, y el resto son muñecos en sus manos, dando esa sensación de falta de nivel, que vemos, padecemos y disfrutamos desde la distancia, evitando las hermandades cortijeras.