La Jornada Mundial de la Juventud del 2023 en Lisboa ha finalizado, ese encuentro mundial de jóvenes, que en peregrinación han realizado esa magnífica fiesta de juventud y de evangelización, a pesar de ser un acto abierto a todos, incluso a los más distanciados de la fe católica.
Este acto tiene lugar anualmente en cada diócesis en el Domingo de Ramos, salvo cada dos, tres, o incluso cuatro años, que se celebra en una ciudad elegida por el Papa, a la que siempre asiste, al menos así ha sido desde su primera edición en la ciudad de Roma en el año 1975, bajo el papado de Pablo VI, se repitió la convocatoria, que yo recuerde en las ciudades de Manila, París, Roma, Toronto, Colonia, Sídney, Madrid, Rio de Janeiro, Cracovia, Panamá y Lisboa, en ésta última en Lisboa, anunció su Santidad que las del 2027 se celebraran en la Coreana ciudad de Seúl, dejando más que señaladamente claro que es una experiencia de la iglesia universal, su búsqueda de promover la paz en el mundo, y la unión y fraternidad de todos los pueblos y naciones.
Bajo el lema “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1,39) especialmente elegido por el Papa Francisco, ha sido perfectamente captado en su logo, que aconsejo vean, creado por la joven artista y diseñadora Beatriz Roque Antunes, en él ha sabido mezclar además de los colores de la bandera portuguesa, (rojo, verde y amarillo), la prioridad de una Cruz como elemento central, atravesada por un camino en cuyo recorrido está el Espíritu Santo, y seguido por las cuentas de un rosario, (sin duda un guiño a Fátima) junto a un perfil de María Virgen, joven, y decidida responsable de portar en su interior la luz del mundo, todo un ejercicio de sencillez y máximo resumen del mencionado lema.
Estas han sido las XXXVII Jornadas Mundiales de la Juventud, en el 2025 está previsto celebrar el Jubileo de la Juventud, y como hemos señalado, en el 2027 en Seúl volverán a reunirse de nuevo las juventudes, señalar que en este país asiático, en los últimos años se ha duplicado la población practicante católica, a pesar de las dificultades iniciales, ya que es un país donde le índice de nacimientos es muy bajo, y por tanto existe poca población joven.
En la homilía de la Misa del Envío dijo el Papa Francisco: “A ustedes, jóvenes, que han vivido esta, este gozo; estaba por decir esta gloria; bueno, algo de gloria es este encuentro con nosotros. Ustedes cultivan sueños grandes, pero a veces, ofuscados por el temor de no verlos realizarse; a ustedes, que a veces piensan que no serán capaces, un poco de pesimismo se nos mete a veces; a ustedes, jóvenes, tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse quizás fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa; a ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo, y está bien que quieran cambiar el mundo; a ustedes que quieren cambiar el mundo y quieren luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, hoy les dicen: “No tengan miedo, no tengan miedo”. En un pequeño silencio cada uno repita para sí mismo, en su corazón, estas palabras: no tengan miedo.”
Han sido seis intensísimos días del caluroso agosto, seis días de una apretada agenda, de una organización infinita de detalles, seis días para la juventud, que a pesar de quedarme distante en el tiempo, aún admiro a los que con ella hacen cosas como las que he visto desde la distancia kilométrica y de la edad, envidiando la fuerza, que ya no tengo, la temeridad, que tampoco tengo y con la que los jóvenes afrontan este tipo de viajes, para actos tan singulares.
Por otra parte, he visto al Santo Padre rodeado de corazones anhelantes de vida, y me ha tranquilizado y reconfortado, tan distinto al recuerdo, que califiqué, como el hombre más solitario de la tierra, cuando en plena pandemia se acercó a orar delante del crucificado en la misma plaza de San Pedro en Roma, y tan solo han pasado tres años entre las dos imágenes.
Y a eso sí que le tengo miedo, a ver como el tiempo impasible no perdona ni siquiera el paso de un miserable segundo, y como la vida cambia a cada segundo, y yo, repito en silencio “juventud divino tesoro…”