“No hay nadie que viva sin cruz, y el que huya de una encontrará otra mayor”. Así sentía, rezaba y amaba a Cristo una de las religiosas sevillanas más importantes del siglo XX.
Si menciono el nombre de María de los Ángeles Guerrero González quizás no les recuerde a ninguna persona conocida; pero si les hablo de Santa Ángela de la Cruz la cosa cambia, ¿verdad?
Hoy, día 2 de agosto, se conmemora la Festividad de Nuestra Señora de los Ángeles, y por ende el Santo de Madre Angelita. Pero también es el aniversario de un hecho providencial que unió para siempre a esta monja centenaria con la Iglesia sevillana y, por supuesto, la universal.
Era un 2 de agosto del año 1875. Cuatro monjas salen a primera hora de una pequeña estancia en la calle San Luis.
Se dirigen al cercano Convento de Santa Paula, donde celebran la Santa Misa predicada por el Padre Torres, llenándose de la fuerza, amor y misericordia del Señor para emprender la compleja y a la vez apasionante tarea que tenían por delante.
Tras la Eucaristía, comienzan a atender a los más necesitados de la zona, y poco a poco, de toda Sevilla, llenando la ciudad de caridad y esperanza en unos tiempos, como todos los que ha vivido la Iglesia Católica, complicados.
Entre esas cuatro monjas que antes mencionaba estaba Santa Ángela, quien ese Bendito 2 de agosto cumplía por fin el sueño de ser religiosa fundadora de una orden, la de las Hermanas de la Cruz.
Hoy, 147 años más tarde, el anhelo de Madre Angelita es una poderosa orden en pleno vigor y actualidad, extendida no solo en España sino internacionalmente; pero manteniendo intacto el leitmotiv social y de ayuda social a quien lo requiere, buscando sustento por las casas y asistiendo a pobres y enfermos.
Santa Ángela soplará orgullosa las velas desde el cielo en este día, contemplando con ilusión y paz el hermosísimo legado que dejó en la tierra, pues sus hijas siguen portando la cruz más valiosa de su fundadora, el amor y entrega a los demás.