Mucho cuidado con el lodazal de las redes sociales

Sigue esta nueva normalidad, que es todo menos normal. Las personas, que no la gente, siguen muriendo por los efectos del maldito virus, aunque no parece importarle ya a nadie; además intereses sin escrúpulos están aprovechando la situación para acallar lo que no les gusta, censurarlo, o apartarlo, el que discrepa es un fascista o promueve el odio. En este contexto nada es baladí, y menos que desde una red social se elimine un vídeo de la Madre de Dios, de la Esperanza Macarena, meciéndose a los sones de “Suspiros de España”, porque puede herir la sensibilidad de las personas.

Las reacciones ante este desafuero han sido nulas o muy blandas desde el mundo cofrade, en un asunto que trasciende a una hermandad en singular. Me pregunto cuánto se tardará en censurar fotos y videos de crucificados, o Nazarenos con la cruz a cuestas, auguro que el antecedente abierto abre una espita de una ristra de casos, sino al tiempo.

Las redes sociales son hoy día un lodazal en la que se encuentran a gusto cualquiera de las posturas contra la ley natural o que ofenden al cristianismo, una zahúrda en la que los valores de la familia cristiana son objetos de mofa y escarnio con total impunidad pero que se escandaliza de una composición musical en origen un pasodoble, y una Virgen a la que reza su feligresía en la calle. Pero lo peor no es la maldad sino la ignorancia supina de quienes se creen con derecho, amparados en lo políticamente correcto, de tratar de condicionar los sentimientos de las personas, unos buenos, y otros malos, ¿sabrán los censores que “Suspiros de España” ha sido un himno oficioso de la emigración española, ¿y también, por qué no decirlo, del exilio? ¿sabrán los tijeritas que ese tema musical era cantado por miles de españoles de toda ideología, y que fue usada alguna vez como sintonía por Radio Pirenaica, emisora comunista clandestina que emitía desde el Telón de Acero

En esta nueva normalidad, en la que hay más restricciones para el culto que para los bares, una manifestación católica y tradicional ofende doblemente a quienes se sienten depositarios de la modernidad; un mundo que se pretende alejado de cualquier nexo con las raíces de las sociedades, con expresiones radicales y violentas basadas en un nihilismo travestido de vandalismo, como son las decapitaciones de estatuas de Colón; y que se siente al fin muy cómodo con las suspensiones de cualquier tipo de procesión religiosa que signifique la ocupación de la calle. No está de más recordar que en las sociedades modernas y occidentales la religión es una cuestión individual que debe mantenerse en la esfera de lo privado.

Tengamos cuidado.