Opinión, Racheando

¿Qué haremos este año sin arena del Camino?

Las veces que he hecho el Camino del Rocío ha sido con Almonte, rodeado de aquellos que quizás más aman a la Blanca Paloma y más me han enseñado a amarla a mí, que me considero un neófito en temas de que van más allá de encender la pastilla de carbón para añadirle el incienso o la forma de tocar una marcha o de llevar un paso.

He contado en anteriores ocasiones como surgió mi particular devoción a la Virgen del Rocío, cuando mi padre alguna que otra noche de Lunes de Pentecostés ponía Canal Sur para ver a una multitud de personas saltar una reja e ir a la búsqueda a su Virgen. Entre la curiosidad surgió la búsqueda de sus fotos en aquel Internet de los primeros años 2000 y fue cuando empezó la devoción especial y la espera de la llegada de Pentecostés tras la celebración de mi gran ansiada Semana Santa.

Así, desde que además por cuestiones de la Virgen o del destino, llegó el momento de conocer a mi pareja, bendita casualidad que sea de Almonte, y quien fuera el culpable de hacerme enamorarme todavía más de lo vivido en mi primer Camino, un camino especial, que se sentía en el ambiente desde muchos días antes, un ambiente que se llega a respirar, el olor a romero y la pólvora de los cohetes, entre salves y vivas, de sonidos y paso de Hermandades por el pueblo, mientras yo, con la ilusión de la primera vez, escuchaba por primera vez en directo un tamboril por sevillanas y de alegría por la pronta llegada a una Aldea mágica.

Desde aquella primera vez no hay año que no piense en un Domingo de Resurrección con la elección del Hermano Mayor de la Romería y pensar que ya todo es Rocío.

Pero este año tan duro, tan distinto, en el que faltarán tantos rocieros que ya gozan de la Blanca Paloma en las Marismas del Cielo, este año en el que no habrá Caminos hacia el Coto, ni habrá calor, algunos no sabremos que hacer el Miércoles de Almonte, ni ver la llegada de las hermandades, ni esa sensación entre incómoda y placentera de la arena en el calzado.

Menos mal que nos queda Ella y el Divino Pastorcito en cada rincón de cada corazón rociero, que llenarán la ausencia en este Rocío que se ha tornado en Luz y que llegará en forma de oraciones personales en cada casa de todo el mundo que tiene un trozo de Aldea en su memoria.

Las casas se convertirán en altares improvisados hechos con los cuadros, estampas y fotografías de la Virgen, con nuestras medallas, pañuelos de coco y todo lo que nos recuerde al Rocío iluminados con la luz de las velas y las oraciones. Lo importante en esos altares llenos de nostalgia son Ellos, los que nunca faltan, y que nunca falten, aún sin tener que quitarnos esa arena del calzado. Y yo todavía lo siento más por mi pareja, que aunque esta vez no sea culpa mía, sea el segundo que no está en Almonte con Ella y sin Miércoles de Camino.