La corta vida de la Cuaresma nos recuerda la brevedad de la eternidad. Pasan los 40 días a velocidad de acuarela y nosotros aún pisamos el freno deseando que no se nos escape todavía. Nos ha cogido ventaja, pero las cartas de amor que te escribimos tus hijos siempre acaban llegando. Y si no, que se lo pregunten a Granada.
Granada, la que devuelve a Dios lo que 0nunca le quitó. Suma y se consuma todo en las dramáticas noches granadinas, donde Granada y Dios se dan el sí quiero hasta que el amor nos separe. María se reviste de gala y te quieros estos días, asentándose junto al varal y la cera bajo su cielo más terrenal. Dios se convierte en el centro del jardín ardiente que reluce y luce cada día.
Por eso, a ti Granada, te quiero como solo me enseñaron a quererte, porque tú me enseñaste como querer a Dios. Queda mucho por andar y mucho para volver, pero siempre compartiendo pasos y nunca camino, Granada, más si yo te olvidare, nunca te olvides de mi.