Cuando vuelvo a levantar el cirio en la procesión pienso que me puede caer toda la cera que mis compañeros de Camino llevan en los suyos, pues la reflexión de hoy puede hacer pensar a más de uno en qué estamos convirtiendo esta pasión que llamamos, cada vez con un mayor grado de error, la Semana Santa.
La vorágine en la que nos vemos envueltos en el día a día, vorágine que esta pandemia no ha logrado apaciguar por un tiempo mayor a los meses de confinamiento, hace que tomemos como normales y ciertos una serie de conceptos, de denominaciones, de ideas que, si nos parásemos a pensarlas, tal vez nos daríamos cuenta de la perversión que hemos hecho de ellos.
¿Cómo podemos decir que nos gusta la Semana Santa, cuando estamos todo el año pensando en procesiones y ensayos, dejando de lado lo que realmente celebramos y recordamos en esos días?
¿Cómo podemos decir que somos de una hermandad cuando la realidad es que no sabemos ni lo que significa realmente una hermandad?
Como “todos” sabrán, el origen de las hermandades está los gremios artesanales, con un inicio laico. Los miembros de un gremio se agrupan entre sí para darse apoyo en los momentos difíciles por los que pasaba cualquiera de ellos. Y poco a poco, comienzan a dar culto a la Imagen de un Santo o una Virgen que los representaba. Las hermandades surgieron como una segunda familia formada por personas semejantes en intereses y preocupaciones.
Debemos comprender que, con el paso de los siglos, el romanticismo de este origen se ha ido adaptando a la realidad social de nuestros tiempos. Pero no es correcto llegar a permitir un margen de actuación tan amplio que no nos permita divisar, ni de lejos, cómo, por qué y para qué surgieron las hermandades.
En un momento de necesidad imperiosa por recuperar todo lo perdido, volver a una normalidad que no termina de regresar, está quedando patente lo que a la inmensa mayoría de “cofrades” les quita el sueño: los ensayos de bandas, las “igualás”, las salidas extraordinarias por el motivo más o menos justificado que se quiera encontrar.
En unos tiempos en los que vemos templos vacíos en los actos que las hermandades organizan, pero presenciamos convocatorias de decenas de costaleros; en unos tiempos en los que las Casas de Hermandad no viven más presencia que las de aquéllos que parecen vivir en ellas, pero vemos numeroso público enfervorizado en los ensayos de cualquier agrupación musical; y en unos tiempos en los que los devotos prefieren seguir orando, pidiendo o agradeciendo en la intimidad personal de la iglesia vacía, o ante la Imagen de una estampa, cabe pensar qué finalidad tiene entonces la Hermandad.
Si cada vez se reza menos en Comunidad; si cada vez hay más hermanos que se han alejado de sus iguales al no verse representados o reflejados por los comportamientos de Juntas de Gobierno; si cada vez más la idea de elecciones pone los pelos de punta por las consecuencias que traen el que se presente más de una candidatura… en definitiva, si cada vez más estamos viviendo nuestra fe en silencio, en soledad… y vemos que los momentos en los que más personas se reúnen no es alrededor de un Titular, sino de un patero o un capataz, o de un corneta solista… ¿siguen teniendo sentido las Hermandades?
En tiempos en los que o estás conmigo o estás en mi contra; en tiempos en los que los proyectos más aplaudidos son los patrimoniales y no los humanos; en tiempos en los que ante los ataques a nuestras creencias y a nuestra Fe no se alzan voces de las Hermandades como comunidades de cristianos, sino sólo la voz individual de aquél que se siente ofendido (y en el que puede darse la circunstancia de que pertenezca a alguna hermandad)… ¿siguen teniendo sentido las Hermandades como tales?
O sólo sirven las Hermandades para mantener parcelas de un poder tan temporal como terrenal de algunos que no logran destacar en otros ámbitos de la vida… o para tener algo que hacer al terminar el trabajo o las tareas cotidianas que a algunos les hace llevar una vida de diferentes tonos grises.
Quizás estemos viviendo tiempos de individualismo, de distancias no sólo sociales. Tiempos en los que lo grupal, lo comunitario, haya dejado de ser importante (o se le haya quitado su importancia).
Tomen nota hoy los Hermanos… pues no vale sólo ir adelante, sin mirar atrás y evaluar lo que está pasando y lo que dejamos en la Historia. Porque esto que tanto nos apasiona ha crecido desde siempre en lo que anteriores a nosotros han hecho. Y ellos, los que nos miran desde el balcón eterno, no creo que vean con agrado en qué hemos convertido sus Hermandades.