El Jueves Santo, las procesiones se llenan de la gente que ha estado trabajando toda la semana. Todo el mundo está atento a las Madrugás que haya en España desde cualquier parte, bullas tras los pasos, delante de las bandas y, en algunos casos, más móviles grabando la música que lo verdaderamente importante, lo que va encima del paso.
Yo toco en una banda que nos cubrimos con el hábito de penitentes, soy de la antigua escuela en la que tocábamos para Dios y no para las cámaras, pero por suerte, hay solistas y bandas que siguen llevando la humildad por bandera, auténticos bandones en los que no importa que les graben, la mirada está fija en lo que va delante, no se exhiben, no se convierten en pavos reales alzando su cola para que se les vea mejor, solo tocan, y hacen que los que llevan los pasos anden al son de la música con más ligereza.
Hablé de bullas antes, pero este año en Sevilla no las han dejado existir, el cangrejeo se produce a diez metros del cortejo, lo llaman seguridad, algunas personas lo llamamos no poder acercarnos a nuestra fe. Poner vayas a lo que nos acerca desde hace siglos más a Dios al verle en la propia calle, pero por ejemplo la seguridad parece no funcionar cuando se ven las imágenes del autobús en Jerez… imágenes salidas de un videojuego más que de la vida real.
Hoy hablo de todo un poco, hoy mi opinión va ligada a la emoción de ver aunque sea a través de la Tv de la salida del Señor de la Sentencia y mi Madre Macarena, de tocar al paso de la Sagrada Cena de Ponferrada, de vivir un Jueves Santo de oficios, de sentimientos, de devoción, de fe, y con la suerte de que se cumple ese refrán, aunque los cirios se doblen y rompa el calor, por fin es Jueves Santo, y no vean como brilla el sol.
¡Buena Estación de Penitencia a todos!