El Capirote, Opinión, Sevilla

Agosto

Los meses de estío se viven en España con multitud de devociones en su mayoría marianas que celebran sus días grandes. En julio la Virgen del Carmen desciende para enseñarnos el escapulario y en agosto es asunta a los cielos. Numerosas poblaciones celebran romerías, ferias y fiestas en honor de sus más señeras imágenes. Patronas o no, estas con una gran devoción que bien las hace merecedoras de erigirse como protectoras de todo un pueblo.

El próximo encuentro con la Virgen de la Asunción de Cantillana, al igual que con otras efigies marianas, será histórico porque quienes la admiren habrán permanecido tras dos años de pandemia esperándola. Dos años donde en los que se marcharon no pocos devotos que ya gozan del reino de los cielos. La Virgen de la Asunción es una cita obligada más allá de las fronteras de la provincia.

Es una devoción con gran presencia entre los jóvenes, lo que le asegura durante décadas que siga permaneciendo viva. El paso de los siglos ha demostrado que la religiosidad popular también sigue modas. Hay imágenes que antaño gozaron de una devoción que parecía eterna, y hoy en día duermen en iglesias cuando antaño lo fueron todo para un pueblo. Y si sucede con patronas imaginen con aquellas que no ostenta tal rango. Las fotografías hablan por sí solas.

La Virgen de la Asunción tiene un océano de multitudes que no la deja avanzar, un pueblo que la espera impaciente, un arraigo tal que ya para sus patronas lo quisieran muchos. Nadie puede imponer –por mucho que lo pretenda– que la religiosidad popular tome otros derroteros. Porque esta es cambiante, fluctúa, se adapta a los tiempos y se transforma. Y quien mira desde otra perspectiva no revela más que una cierta picazón provocada al ver cómo la Asunción se convierte cada año en una de las grandes citas del calendario de María, que va más allá de límites geográficos, con autobuses, coches particulares –aparcar es cada vez más complicado– y un sinfín de devotos que se agolpan a as puertas de la parroquia y desde horas en la calle Martín Rey. Una cita que todo cofrade tiene que ver, aunque sea una vez en la vida. Un perpetuo canto de amor a María. ¿Qué tiene la Asunción? Nadie sabe. Pero algo tendrá el agua cuando la bendicen.