¡Qué poco queda ya! Apenas restan unas horas para que se abran las puertas de San Lorenzo y el Rey de reyes camino a costal por las calles cordobesas. ¡Qué poco queda ya para que vivamos una Semana Santa de luz y de fe! Será un momento de paz y de sosiego en el camino que nos permitirá reposar el espíritu en algo más grande que nosotros mismos. ¡Qué poco queda!
Todos los cofrades haremos penitencia desde mañana abordando las calles, desgastando el pavimento con nuestras paradas, desafiando a la luz, la noche, el ruido y el silencio. Viviremos nuestra particular penitencia, que todos los días tenemos, en un ambiente de recogimiento, de bulla, de hermandad. Haremos un ofrecimiento en confianza, enmarcándolo dentro de esta vorágine costumbrista y maravillosa que llamamos Semana Santa. ¿Hay algo más hermoso que esto?
Decía que mañana viviremos nuestra penitencia diaria de otro modo, y así es realmente; porque el cofrade, como todo cristiano, padece sus defectos durante el año. Es mañana cuando algunos, en los cuales me incluyo, entendemos que toda esa dinámica, emanada del trasiego de la vida, de nuestros errores y padecimientos, cobran sentido a la luz de nuestra fe. Y no porque mañana, entre imágenes de madera, recordemos nuestro compromiso con Él, sino porque en ese ambiente se percibe la magia insondable de la fraternidad cristiana. Es allí, entre nuestros iguales, cuando percibimos el amor fraternal, la alegría de la comunidad, la esperanza de un Reino donde solo brille la paz y el regocijo.
Mañana es Domingo de Ramos y ya la Borriquita está ansiosa por salir. Al igual que todos nosotros, ¡cómo no! Aprovechemos este nuevo regalo del cielo para ser, en comunión, muy felices. ¡Buena Semana Santa, hermanos!