El Rocío

Las mejores imágenes de la histórica procesión de la Virgen del Rocío

A las 2:48 horas de la madrugada de este Lunes de Pentecostés, porque así lo quiso Ella, los almonteños saltaron la reja que separa el altar de María Santísima del Rocío del resto del universo, en el preciso instante en el que el Simpecado de la Hermandad Matriz de Almonte cruzó el pórtico del Santuario de la Virgen del Rocío, procedente del rezo del Santo Rosario, dando comienzo la procesión. Ocurrió cuando el hermano mayor de la Matriz, José Manuel Medina, portador de esta insignia, se situó cara a cara ante la imagen, y las personas que ya se encontraban en torno al paso, procedieron a bajarla del presbiterio para alcanzar la nave central de la ermita entre el sonido de las campanas de la ermita y continuados vítores y palmas.

El salto tuvo lugar 14 minutos más tarde que el año pasado —2:34—. En ese momento, los almonteños empezaron a trabajar para bajar el paso de la Virgen —que ha estrenado en esta romería del Centenario unas bambalinas alusivas a esta onomástica y unas agarraderas en su base que deben permitir su mejor manejo por sus portadores— del presbiterio y alcanzar la nave central de la ermita. Para esta romería histórica, tanto la Virgen como el Pastorcito iban de estreno; ambos han lucido un nuevo traje, realizado en el taller de bordados del jerezano Fernando Calderón y por el propio bordador y la ciudad de Jerez de la Frontera. También han estrenado coronas: La del Niño, donada por la Hermandad Matriz, en representación del pueblo de Almonte y la de la Virgen, realizada con las donaciones de los devotos de las hermandades filiales, no filiales y asociaciones rocieras; ambas han sido realizadas en los talleres de los orfebres Hermanos Delgado, de Sevilla. Un maravilloso conjunto que propició que la Virgen luciese especialmente bella en esta histórica procesión.

No obstante, el preludio del momento cumbre de la romería, cuando la Madre de Dios devuelve visita a las 124 hermandades filiales, dio comienzo horas antes, cuando la cercanía del Lunes de Pentecostés volvía a reproducir el movimiento de cortejos caminando por los cuatro puntos cardinales de la “única Aldea del mundo que se escribe con mayúscula, y no requiere de apellido para ser perfectamente identificada” para celebrar el Rosario amenizado este año por el Coro Juvenil de la Hermandad del Rocío de Huelva que logró hacer vibrar con cada oración musicada a los miles de peregrinos que participaron en el rezo.

A las doce, desde la Plaza de Doñana, entre la devoción y la emoción contenida por lo que está a punto de acontecer, comenzaron a desgranarse las cuentas del rosario en que cada año se convierten las hermandades que parten desde este punto neurálgico dirigiéndose hacia un Santuario en el que comienza a hacerse imposible contener la inevitable marea. Lentamente, por riguroso orden inverso de antigüedad, los cortejos de cada una de las hermandades, encabezados por sus Gloriosos Simpecados, fueron aproximándose hasta las mismas puertas del Cielo mientras en el interior del hogar de la Blanca Paloma se ultimaban los detalles y se amarraban las ansias.

Apenas seis minutos después de la llegada del simpecado de Almonte al Santuario, a hombros de los almonteños y con el sonido de las campanas de la espadaña de la ermita, la Virgen alcanzó la altura del pórtico del Santuario para salir a una explanada frontal en la que la esperaban miles de fieles. Tras salir de la ermita se dirigió, como es tradicional, a su lateral izquierdo para empezar a visitar a sus 124 hermandades filiales —la primera de ellas la de Huévar del Aljarafe— en un paseo que concluirá cuando decidan los almonteños, y en el que se sucederán las salves, los vítores, los vivas y los olés.

A partir de ese momento, la Blanca Paloma, que lo es por lo que simboliza la fiesta litúrgica que da sentido a lo que somos, pregoneros perennes del mensaje del Divino Salvador, peregrinó por la Aldea para devolver la visita a las 124 hermandades que le rinden pleitesía, como una Madre que acude a casa de sus hijos para escuchar sus cosas y aliviar sus penas, y para ofrecer su maternal abrazo y convertirse en consuelo de este mundo que tanto la necesita. Y lo hizo a una velocidad similar a la del año precedente. Una procesión que volvió a adolecer de las múltiples caídas del paso de la Virgen, repetidas hasta la desesperación, que parecían haberse minimizado tras la exitosa puesta en escena del pasado año tras la modificación de la estructura del paso de la Virgen que sido sometido a una remodelación para mejorar el momento de la procesión, que llevaba siendo objeto de diatribas durante los últimos años por las mencionadas caídas que pese a lo vivido el pasado año han vuelto a hacer acto de presencia este Rocío. Caídas que, sin embargo no han restado ni un ápice de la emoción y el sentimiento que siempre acompaña esta procesión única y singular.

Huévar, Villamanrique, Pilas, Coria, La Puebla… la Virgen fue recorriendo “los rincones de los sueños” de miles de rocieros a medida que avanzaba la madrugada hasta llegar a las puertas de la casa de Umbrete donde tuvo lugar un instante especialmente emotivo, cuando una tradicionalmente hermosa petalada cayó sobre la Señora, ofrenda maravillosa para apaciguar la tensión acumulada de tantas lunas de espera. La Reina de las Marismas continuó su caminar, en medio del desorden perfectamente organizado en que muta la Aldea cada Lunes de Pentecostés, visitando Carrión y La Palma hasta llegar a Triana mientras el cielo aun estaba lejos de clarear anunciando la llegada de un maravilloso día de primavera. Mucho antes de la noche se difuminase con la “amanecía”, la Plaza de Doñana y el Real eran rociadas con el maná eterno de la Pastora almonteña.

Rondando las seis de la mañana el Simpecado de Córdoba hacía acto de presencia en el lugar donde cada año espera impaciente la llegada de la Madre del Universo. Una llegada que se produjo minutos después de las siete y cuarto cuando, tras visitar la casa de las camaristas, quiso la Virgen acercarse al Simpecado de la Hermandad de Córdoba para detener el tiempo por unos minutos tras una espera que se antojó eterna entre la ansiedad y el deseo de tenerla al alcance de la mano. Fue como un suspiro que duró lo que una Salve propiciando la inmensidad más plena y de repente, la ausencia absoluta, la satisfacción de sentirse alimentados por el mayor de los dones del Cielo y al mismo tiempo la amargura de ser consciente de que Ella ya se había marchado buscando otros corazones que rociar.

Luego la Blanca Paloma se acercó a Huelva para, inmediatamente después de recibir otra petalada impresionante, continuar su peregrinar por el resto de rincones de la Aldea convertida más que nunca en la Gloria misma, entre sevillanas, salves, palmas y vítores, recibiendo el cariño verdadero de sus hijos y derramando su Rocío por corazones y almas. En unas pocas horas, “callada se irá quedando la Aldea y marcharán las carretas camino de la nostalgia”… todo habrá terminado y será el momento de cerrar los ojos para rememorar el rosario de recuerdos que quedarán atesorados para siempre y de echar una mirada furtiva al calendario para confirmar en qué fecha cae el próximo Rocío. Pero antes, llegará agosto y con el calor del estío, la venida a Almonte de la Reina de Doñana… pero esa será otra historia, una nueva y maravillosa historia…