El viejo costal, Opinión

Ofensa

En una calle comercial de nuestra capital andaluza se ha puesto a la vista de todos los que pasen, un engendro ofensivo para el buen gusto, y para el sentido común, realizado con una rastrera bajeza solo igualada por la calidad del individuo que ha dispuesto el mismo en un escaparate a la vista de los transeúntes, se trata de un portal de Belén realizado a base de dulces con forma de falos y vaginas.

Y automáticamente el colectivo de cristianos y cofrades se ha sentido ofendidos, tanto ha sido el movimiento, que hasta un partido político ya está preparando, en el mismo momento de escribir estas líneas, la correspondiente demanda que será elevada a las autoridades, y que como siempre he manifestado, nadie ha de venir a resolvernos nuestros problemas, ya llevamos resolviendo problemas durante varios siglos y muy pocas veces hemos necesitado ayuda de ninguna ideología, y menos aún, de políticos ventajistas que minando entre el personal y erigiéndose quijotescamente como abanderados de cristianos y cofrades, intentan sacar algún voto de estos grupos con esta acción.

El único poder que tiene una ofensa para dañarnos es el poder que nosotros queramos darle, en este caso que nos trae, ya lo he dicho al inicio, en este caso la ofensa es para el buen gusto, y para el sentido común, a los colectivos de cristianos y de cofrades no le debe de ofender, estamos habituados a realizar obras de arte de forma intangibles, con aromas, sonidos, imágenes, movimiento, combinaciones de elementos casi alquimistas, llegando a rozar la perfección para todos los sentidos de nuestros cuerpos, armonía casi perfecta, o al menos muy cercana a la perfección absoluta.

Lo que nos hace sentir tan ofendidos con tanta facilidad es nuestro exceso de ego, nuestro narcisismo, y con estos dos mimbres, es sencillo que cosas muy poco importantes nos hagan sentirnos separados de la totalidad de la población, creándose una forma de exclusión y haciendo que nos creamos ignorados, y por la misma ofensa, y la falta de apoyo del resto de la población.

Cuando nos sentimos dañados, o al menos atacados, automáticamente tenemos una reacción de muy marcado sentido animal, devolver la agresión o alguna forma de contraataque, que nos iguale al contrario ofensor, cuando sería mucho más sabio mantener la serenidad, y darle el valor real a la ofensa recibida, en este caso, demostrar que solo se trata de una muestra de mal gusto, de una actitud barrio bajera, propia del mismo nivel del negocio donde se expone, igualando su gusto con su capacidad de hacer negocio, mostrando con claridad que no estamos en armonía con las ventas y las formas expresadas por los que regentan el señalado negocio.

Como clientes, nos bastará con saber dónde podemos ir a dejar nuestras compras, yo por mi parte solo donde el Portal de Belén sea de mi gusto, y que me recuerde la piadosa acción emprendida por San Francisco de Asís, tres años antes de su muerte, en el año 1223, dentro de dos años esta tradición cumplirá 800 años, los mismos que durará el negocio señalado, tan falto de sentido común, y por el mal gusto para con sus clientes cristianos o no.