Hace unas semanas, escribía lo siguiente:
El famoso programa de YouTube, digamos más bien, el chiringuito formado por Josep P. no tiene por qué quitar mérito a lo que dicho canal realiza fuera aparte de la tertulia o no tertulia que se monta. De hecho, la línea del periodismo creo que va por buen camino abriéndose a nuevos medios. No obstante, las campañitas siguen en pie, y de forma muy notoria. Los colores se ven en las opiniones, cosa que no es mala. Lo malo es no aceptar las críticas cuando las cosas no se hacen bien. Para defender lo propio, no es necesario manchar lo de los demás, y mucho menos, cuando lo de los demás puede llegar a ser mejor (si no lo es ya) que lo que hay en casa. De hecho, existe el programa futbolístico de debate, donde sus tertulianos parecen una secta, actuando como adolescentes de 15 años escribiendo por las redes sociales que están ofendidos, pero claro está, utilizando el tono de burla ya que las opiniones de los “expertos” no son discutibles. Ya basta de hipocresía, ya basta de sectarismo y ya basta de querer hundir lo que funciona.
Y así es y así lo aprecio. Se hacen programas de Semana Santa a medida propensos a buscar el beneficio (que no económico) de algunas hermandades y bandas. Con personajes que se creen que tienen la verdad absoluta o casi, y que casualidad, todos coinciden en ir en una misma línea: hablar bien de los tuyos e ironizar para dañar a los demás. Así, cualquiera es periodista y cualquiera sale en televisión. Personajes, nada más.