Hoy, como cada Domingo, llega un nuevo Evangelium Solis a Gente de Paz que nos muestra a Jesús conmovido ante la necesidad de la gente. Un Jesús compasivo Jesús que se muestra como la encarnación del amor con que Dios ama, cuida y alimenta a sus criaturas
Lectura del santo evangelio según san Marcos.
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.
Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Palabra del Señor
Siempre hay que procurar escuchar lo que dice Jesús como dirigido a nosotros hoy; sólo así la Escritura es palabra eficaz, que toca nuestra situación y nos cambia. Hay que oír, pues, su invitación a estar con Él, a saber “retirarnos” y podemos llevar una vida que deshumaniza: agitados, absorbidos por el trabajo, en la búsqueda ansiosa de valores, que son útiles, sí, pero no esenciales.
Lo primero que se perjudica son las relaciones personales, es decir, lo más hermoso y satisfactorio que la vida nos da. Y lo mismo ocurre con Dios. Como toda relación, la amistad con Cristo hay que cultivarla, hay que darse tiempo para estar a solas con Él. Los tiempos que reservamos para la oración son los “lugares deshabitados”, de los que habla el evangelio, espacios en los que nos apartamos de aquello que, desde el exterior, nos desgasta y desorienta y accedemos a nuestro interior, donde tocamos lo esencial.
Se fueron, pues, ellos solos en la barca, pero no lograron lo que buscaban, el descanso que tenían pensado se les frustró. La multitud que va y viene, ansiosa por ver a Jesús, se apresura y llega antes que ellos a la otra orilla. No les van a dejar tiempo ni para comer. Jesús mira la situación y, en vez de reprocharle, con todo derecho, por lo demás se conmueve.
Él sabe bien que lo buscan para que les ayude a vivir. Por eso no puede reprocharles su conducta ni defraudar la confianza que tienen puesta en él. Una vez más sus entrañas de pastor bueno se compadecen: son como ovejas sin pastor. Aprovecha entonces el momento para seguir haciendo lo que siempre ha hecho: congregar, unir… y se puso a enseñarles con calma.
Queda así enmarcado el milagro de la multiplicación de los panes que viene a continuación y definida la perspectiva desde la que hay que interpretarlo: milagro y enseñanza, pan y palabra van unidos.
La imagen de Jesús conmovido ante la necesidad de la gente nos hace apreciar lo más nuclear de su persona: Jesús fue alguien que supo amar de verdad. Más aún, su amor no fue en Él un sentimiento circunstancial, que le venía de vez en cuando, sino una realidad permanente que caracterizaba su persona. La razón de fondo es que en el amor profundamente humano de Jesús se revela su divinidad: su amor misericordioso es el amor mismo de Dios. Jesús es la encarnación del amor con que Dios ama, cuida y alimenta a sus criaturas.
Por esta razón última, el amor compasivo es centro y esencia de la vida cristiana. El Papa Francisco no deja de repetirlo al proponer como nota esencial de la Iglesia el llamado “principio misericordia” que debe inspirar y unificarlo todo.
En este discurso se ve que el cristiano evangeliza humanizando. Los valores del evangelio nos hacen más humanos y mueven a construir un mundo más humano. Esta es la razón del empeño del cristiano en la lucha contra todos los males que oprimen a la gente. Porque cree en la eficacia del bien y en las posibilidades de mejorar la calidad de la vida humana, el cristiano apoya todo lo positivo que tiene el mundo de hoy, todas las posibilidades que se ofrecen de encarnar los valores del evangelio en nuestra sociedad.